
Lectura bíblica: Lc. 3:15; Jn. 1:19-25, 45-46; 7:40-42; Mt. 2:1-12, 19-23; Lc. 2:39; Mt. 3:13; Dn. 9:24-27; Mt. 24:15; Ap. 11:2; 13:1-8; 2 Ts. 2:3-10; Dn. 12:2; Jn. 5:28-29; Ap. 20:4, 6, 11-15; 1 Co. 15:20-23, 52; 1 Ts. 4:16; Mt. 24:39-42; Lc. 21:36; Ap. 3:10; 12:5; 14:1-5; 1 Ts. 4:15-17; Ap. 14:14-16; 15:2; Dn. 7:7-8; Ap. 17:8, 10-11; 16:16; Jue. 5:19; 2 R. 23:29; Zac. 12:11; Ap. 14:18-20; 19:13-15; Is. 63:1-6; Ap. 1:7; Mt. 24:26-28; Ap. 19:19-20; 2 P. 1:19; Lc. 21:34; Ap. 2:26, 28
En el mensaje anterior vimos los últimos tres años y medio de la era actual y la gran tribulación de tres años y medio. Esos tres años y medio sirven para que el Señor quite de en medio todas las personas y cosas negativas, dejando solamente a los incrédulos que hayan muerto y a los demonios, para que sean juzgados ante el gran trono blanco después del milenio. Por el lado positivo, estos tres años y medio sirven para traer el reino eterno de Cristo y la justicia eterna.
También necesitamos ver que los últimos tres años y medio de la edad actual tienen el propósito de ubicar a los cristianos, a los judíos y a los gentiles en sus posiciones correspondientes. En los últimos tres años y medio de la gran tribulación Dios tratará con los gentiles. En primer lugar, de ellos se encargarán las siete trompetas del séptimo sello. Las primeras cuatro trompetas son calamidades sobrenaturales que vienen sobre la tierra y sobre los cielos. Las últimas tres trompetas, que son los tres ayes, tocarán al hombre directamente. El tercer ay está compuesto de las siete copas como el más severo juicio de Dios sobre los hombres.
También tendrá lugar la batalla en Armagedón, peleada por el anticristo, su falso profeta, los diez reyes y sus ejércitos. Ellos serán derrotados por Cristo y Sus vencedores en el hollar en el gran lagar del furor de Dios. Apocalipsis 14:20 dice: “Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios”. La ciudad a la que se alude aquí, es Jerusalén. Mil seiscientos estadios es la distancia desde Bosra (Is. 63:1) hasta Armagedón (Ap. 16:16), que son unos trescientos kilómetros. Muchos serán muertos en esta guerra.
Cuando Cristo regrese, El establecerá Su trono de gloria para juzgar a las naciones que hayan quedado (Mt. 25:31-46). Aquellos que sean cabras serán lanzados al lago de fuego. Aquellos que sean ovejas entrarán en el reino milenario para ser ciudadanos. Esta es la manera en que Dios tratará con los gentiles que hayan quedado vivos. Los incrédulos que hayan muerto serán juzgados ante el gran trono blanco después del milenio y serán arrojados al lago de fuego (Ap. 20:11-15).
Los israelitas fieles que guarden los mandamientos de Dios durante la gran tribulación, serán trasladados al milenio como sacerdotes sobre esta tierra (Zac. 8:20-23; Is. 2:2-3). Los cristianos vencedores serán arrebatados antes de los tres años y medio de la gran tribulación, siendo así guardados de la hora de la prueba. La mayoría de los santos que hayan quedado serán arrebatados al final de los tres años y medio. Luego, todos los cristianos comparecerán ante el tribunal de Cristo (2 Co. 5:10). Algunos serán recompensados siendo puestos como reyes en el reino de mil años como la manifestación del reino de los cielos (Ap. 20:6), mientras que otros serán disciplinados para que sean madurados durante los mil años (Mt. 25:30).
Por último, en el reino milenario los cristianos vencedores estarán en la Nueva Jerusalén como reyes, los judíos salvos estarán allí como sacerdotes, y los gentiles justos que son las ovejas, estarán en la tierra como ciudadanos. Entonces habrá un nuevo universo: el cielo nuevo y la tierra nueva con la Nueva Jerusalén como el reino eterno de Dios.
En este mensaje deseamos proseguir y ver el resplandor de la palabra profética de las Escrituras hecha firme. En 2 Pedro 1:19 se dice: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestro corazones”. Las profecías del Antiguo Testamento fueron hechas más firmes por Jesucristo el Señor y por algunos de los apóstoles en las profecías del Nuevo Testamento. Estas confirman las profecías del Antiguo Testamento. En otras palabras, las profecías del Nuevo Testamento hacen firmes las profecías del Antiguo. Lo que tenemos hoy es las profecías hechas más firmes a nosotros. En la era neotestamentaria, el resplandor de la palabra profética es más fuerte, y la advertencia es también más fuerte.
Durante los tiempos de la primera venida de Cristo, el pueblo de Israel estaba esperando la venida del Mesías que Dios les había prometido (Lc. 3:15; Jn. 1:19-25, 45-46). Antes de que naciera el Señor Jesús, algunos de entre los hijos de Israel estaban esperando ver su Mesías porque ellos habían llegado a conocer, por lo menos en parte, las profecías del Antiguo Testamento, las cuales hablaban de que Dios iba a darle a Su pueblo un Mesías, el Ungido.
Después de que Israel fue conquistado por los romanos, los israelitas esperaban con anhelo que su Mesías viniera para rescatarlos de las manos de los imperialistas romanos. No obstante, muchos de ellos pasaron por alto la venida de su Mesías en su tiempo debido a que Cristo había venido de Galilea y no de Belén (Jn. 7:40-42; cfr. Mt. 2:1-12, 19-23; Lc. 2:39; Mt. 3:13). Ellos no conocían el Antiguo Testamento muy detalladamente ni con mucha exactitud. Algunos de ellos sabían que, según Miqueas 5:2, el Mesías vendría de la ciudad de David, Belén. Sin embargo, Jesús, el Mesías, nació en Belén de una manera más o menos secreta, que no atrajo la atención de la gente. Tanto Su madre como el marido de ella eran pobres y vivían en Galilea, una región menospreciada. Cuando llegó el tiempo para que Cristo naciera, el imperio romano decretó que se llevara a cabo un censo. A todos los ciudadanos se les requirió que fueran a su propio país y ciudad. Así que, María y José fueron llevados de Nazaret a Belén para que el Salvador pudiera nacer allí a fin de que se cumpliera la profecía en cuanto al lugar de Su nacimiento.
Después de que Jesús nació, José y María tuvieron que llevarlo consigo al huir a Egipto a causa de la persecución por parte de Herodes (Mt. 2:13-18). Este fue el cumplimiento de la profecía en cuanto a Cristo en Oseas 11:1 (cfr. Mt. 2:15). Después de la muerte de Herodes, ellos regresaron a Nazaret, “para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas, que habría de ser llamado nazareno” (Mt. 2:23). Aparentemente, Jesús venía de Nazaret, pero en realidad El había nacido en Belén, lo cual había cumplido la profecía de Miqueas 5:2. Los principales sacerdotes y los escribas pasaron por alto Su venida, pero los magos del oriente vieron Su estrella y vinieron a adorarle. También Simeón y Ana, siendo ya de edad avanzada, quienes estaban en una verdadera comunión con Dios, recibieron la revelación de que el hijo de María era el Mesías (Lc. 2:25-38), pero la mayoría de los que lo esperaban no lo reconocieron como el Ungido de Dios.
Hoy en día tenemos que aprender la lección de conocer las profecías en una manera apropiada. Es posible que las conozcamos en una manera general, pero tal vez no las conozcamos en detalle y en una forma exacta. Hoy día tenemos la palabra profética hecha más firme que las profecías del Antiguo Testamento. Estoy haciendo todo lo que puedo para ayudarles a entender estas profecías en una manera detallada, no meramente en una forma general.
La palabra profética en cuanto a la segunda mitad de la última de las setenta semanas profetizadas en Daniel 9:24-27, ha sido hecha más firme por las palabras del Señor en Mateo 24:15 y en Apocalipsis 11:2 y 13:1-8, y por la palabra del apóstol en 2 Tesalonicenses 2:3-10. Los tres años y medio de la gran tribulación, la segunda mitad de la última de las setenta semanas, es mucho más definida, es hecha más firme para nosotros en el Nuevo Testamento. Hoy día me atrevo a decir que la mayoría de los santos serán arrebatados el último día de los tres años y medio, porque Apocalipsis 12:6 dice que ellos serán sustentados por mil doscientos sesenta días, lo cual equivale a tres años y medio. Ellos tendrán que pasar por el período entero de tres años y medio. Entonces su alimentación se terminará y ellos serán arrebatados. También me atrevo a decir que la última trompeta se tocará el último día de la gran tribulación. Según 1 Corintios 15:52, los santos serán resucitados a la final trompeta. La final trompeta será la séptima trompeta. Este entendimiento hace que la profecía de la consumación de la edad sea más firme para mí. También he visto que los dos testigos serán arrebatados el mismo día que la mayoría de los santos, ya que ellos profetizarán mil doscientos sesenta días. Después de que se cumplan estos días, ellos serán arrebatados y llevados al aire a la parousía, la presencia, de Cristo.
La resurrección de los muertos, profetizada en Daniel 12:2, ha sido hecha más firme por las palabras del Señor en Juan 5:28-29 y Apocalipsis 20:4, 6, 11-15, y por las palabras del apóstol en 1 Corintios 15:20-23, 52 y 1 Tesalonicenses 4:16. Todas estas citas bíblicas muestran cuán exacta es la profecía neotestamentaria en cuanto a la resurrección de los muertos.
La profecía en cuanto al arrebatamiento de los vencedores, profetizado por el Señor en Mateo 24:39-42 y Lucas 21:36, ha sido hecha más firme por las palabras del Señor en Apocalipsis 3:10; 12:5; y 14:1-5. En Apocalipsis 3:10 el Señor dice: “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra”. La hora de la prueba es los tres años y medio de la gran tribulación, incluyendo la iniciación con el sacudimiento de la tierra y el cielo en el sexto sello, el cual será el comienzo de las calamidades sobrenaturales. Apocalipsis 12:5 habla de que el hijo varón es arrebatado al trono antes de los tres años y medio de la gran tribulación. Después de este arrebatamiento, la mujer, que representa a la mayoría de los santos que hayan quedado, será alimentada por mil doscientos sesenta días, o tres años y medio. Luego, Apocalipsis 14:1-5 revela que las primicias, los vencedores que estén vivos, estarán de pie en el monte de Sion en los cielos, habiendo sido arrebatados a los cielos antes de la gran tribulación (vs. 6-13) y la cosecha de la mayoría de los santos (vs. 14-16).
La profecía del arrebatamiento de la mayoría de los santos, profetizado por el apóstol en 1 Tesalonicenses 4:15-17, ha sido hecha más firme por las palabras del Señor en Apocalipsis 14:14-16; 15:2; y 20:4, 6. Apocalipsis 14:14-16 habla de la siega de la cosecha de Dios sobre esta tierra, es decir, el arrebatamiento de la mayoría de los santos que estén viviendo sobre la tierra. Luego, en 15:2 se describe a los vencedores que habrán pasado por la tribulación y la persecución del anticristo. Estos han sido arrebatados y están en pie sobre el mar de vidrio. El mar de vidrio mezclado con fuego es una miniatura del lago de fuego, y finalmente llega a ser el lago de fuego. Que los últimos vencedores que estén en pie sobre el mar de vidrio significa que ellos han vencido el lago de fuego.
En Apocalipsis 13:1 se dice: “Y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo”. La bestia, que es la cuarta bestia mencionada en Daniel 7:7 es el anticristo. El mar es el mar Mediterráneo, del cual saldrá el anticristo. El territorio del imperio romano en tiempos antiguos rodeaba el mar Mediterráneo. El anticristo será un césar del imperio romano restaurado.
El anticristo es un pequeño cuerno que sale de entre los diez cuernos de la bestia (Dn. 7:7-8). Los diez cuernos representan los diez reyes del imperio romano restaurado (Ap. 17:12). Estos diez reyes, diez cuernos, también son comparados con los diez dedos de la gran imagen que vio Nabucodonosor en su sueño (Dn. 2:42). Ellos y su reino se someterán al anticristo.
El anticristo sale del abismo de debajo del mar (Ap. 17:8a). Por un lado, Apocalipsis nos dice que el anticristo saldrá del abismo (9:11; 11:17; 17:8). Por otro, nos dice que él sale del mar (13:1). Esto indica que el anticristo saldrá de dos lugares. Su espíritu, el cual ha existido en el abismo antes de su nacimiento, saldrá del abismo. Su cuerpo vendrá de una de las naciones gentiles del rededor del Mediterráneo.
El anticristo, como el séptimo césar del imperio romano, será muerto y resucitado con el espíritu (que vendrá del abismo) de Nerón, el quinto césar del imperio romano, y llegará a ser el octavo césar del imperio romano (Ap. 17:8, 10-11; 13:3). En Apocalipsis 17:8a se dice: “La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición”. La bestia, quien es el anticristo, “era” en la persona del césar Nerón, quien vivió antes de que Juan escribiera Apocalipsis. El “no es” en el tiempo en que Juan escribe, porque para entonces Nerón ya había muerto. El “está para subir del abismo”. Esto implica que el espíritu de Nerón está ahora en el abismo y está a punto de subir de allí para tomar posesión del cuerpo del anticristo que es muerto y que es resucitado, como se indica en Apocalipsis 13:3.
En Apocalipsis 17:10 se dice: “Y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo”. Los siete reyes son los siete césares del imperio romano. Los primeros cinco cayeron, es decir, no murieron en una forma natural (Jue. 3:25; 2 S. 1:10, 25, 27). Ellos son Julio César, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón, todos los cuales o fueron asesinados o cometieron suicidio antes de que Juan escribiera Apocalipsis. El sexto, Domiciano, quien también fue asesinado, estaba vivo cuando se escribió Apocalipsis; por lo tanto, se dijo de él que “es”. El “otro”, el séptimo, que será el anticristo, aún no había venido en ese tiempo. “Cuando venga, es necesario que dure breve tiempo”, y será muerto y resucitado con el espíritu del quinto, que es Nerón, para llegar así a ser el octavo.
En Apocalipsis 17:11 se dice: “La bestia que era, y no es, es también el octavo; y es de entre los siete, y va a la perdición”. El anticristo será el séptimo césar venidero. Pero él “es también el octavo”. Según Apocalipsis 13:3, el anticristo será muerto y resucitado. En esa resurrección, el espíritu de Nerón (el quinto césar) el cual sube del abismo, animará el cuerpo muerto del séptimo césar, el anticristo. Este, compuesto del quinto y séptimo césar, es el octavo. Por consiguiente, él “es de entre los siete”. No es de extrañar que la gente se maraville ante la vista de un ser tan extraordinario (17:8). Apocalipsis 13:3 dice que cuando el anticristo es resucitado de la muerte, toda la tierra se maravilla en pos de él.
Sabemos que el espíritu del anticristo que está por venir es el espíritu del césar Nerón, basado en Apocalipsis 13:18, que dice: “Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis”. El número representado por las letras del nombre del césar Nerón, en hebreo, es seiscientos sesenta y seis. Por esto sabemos que el octavo césar, el anticristo que ha de venir, la bestia, tendrá el espíritu del césar Nerón.
Otro punto que ha sido hecho más firme por las profecías del Nuevo Testamento es la ubicación de Armagedón (16:16).
Armagedón, en hebreo, significa “monte Meguido”, que significa “el monte de la inmolación”.
Meguido está ubicado al occidente del río Jordán, cerca del Mediterráneo, entre Samaria y Galilea (Jue. 5:19; 2 R. 23:29; Zac. 12:11).
La batalla en Armagedón se sucede al pisar Cristo el gran lagar del furor de Dios (Ap. 14:18-20; 19:13-15), el cual se extiende desde Bosra (la ciudad real) de Edom (Is. 63:1-6) hasta Meguido, una distancia de mil seiscientos estadios, es decir, casi trescientos kilómetros. La ciudad de Jerusalén está dentro de esta distancia (Ap. 14:20). En Apocalipsis 19:13 se dice que el Cristo que regresa está “vestido de una ropa teñida en sangre”. La vestidura de Cristo es teñida en sangre y se vuelve roja por estar pisando el lagar del furor de Dios en Bosra, donde la sangre subirá “hasta los frenos de los caballos, en una distancia de mil seiscientos estadios” (Ap. 14:20).
Cristo vendrá con las nubes, y todo ojo le verá; aquellos que le traspasaron y todas la tribus de la tierra harán lamentación por El (1:7). Las tribus de la tierra son las doce tribus de la tierra santa. Cristo vendrá al final de Su parousía (presencia). Su parousía primero es en secreto en los cielos y luego en el aire. En la primera ocasión El está vestido con una nube (10:1). Cuando Su parousía aparece sobre la tierra, El estará sobre la nube (14:14; Mt. 24:30; 26:64), y todo ojo le verá.
En Mateo 24:26-28 se dice: “Así que, si os dijeren: Mirad, está en el desierto, no salgáis ... Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre. Porque dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas”. El relámpago está oculto en las nubes, esperando una oportunidad para desplegar su destello. Cristo también estará vestido con una nube en el aire por un tiempo, y luego aparecerá repentinamente como un destello de luz sobre la tierra. Por consiguiente, el resplandor será una señal del final de la parousía del Señor.
El anticristo, el inicuo, se revelará, y el Señor Jesús lo matará con el aliento de Su boca, y lo reducirá a nada por la manifestación de Su venida (2 Ts. 2:8; Ap. 19:19-20). La palabra manifestación en griego, conlleva la idea de resplandor o brillo. El resplandor de la venida del Señor reducirá a nada al anticristo y lo destruirá.
La manifestación de la venida del Señor, Su parousía, tendrá lugar al final de los tres años y medio de la gran tribulación.
Pedro compara la palabra profética de la Escritura con una lámpara que alumbra en lugar oscuro (2 P. 1:19).
Esta edad es un lugar oscuro en la noche oscura (Ro. 13:12), y toda la gente del mundo se mueve y actúa en tinieblas. El resplandor de la palabra profética se ve claramente en la edad oscura de la actualidad.
La palabra profética de las Escrituras, como una lámpara que alumbra a los creyentes, trasmite la luz espiritual para brillar en sus tinieblas (no meramente como conocimiento en letras para entender con la mente), guiándolos a entrar en un día iluminado, incluso a pasar por la noche oscura hasta que la manifestación del Señor “esclarezca” y el lucero de la mañana salga en sus corazones.
Debido a la palabra profética, el Señor nos advierte que velemos. En Mateo 24:42 el Señor dice: “Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor”.
En Lucas 21:34 el Señor nos advierte que miremos por nosotros mismos que nuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de la vida, para que aquel día no nos sorprenda repentinamente como un lazo.
También debemos velar, rogando en todo tiempo que podamos escapar de las cosas que han de suceder y que estemos en pie delante de Cristo (Lc. 21:36). Escapar de las cosas que van a suceder equivale a ser arrebatados a los cielos antes de la gran tribulación, para reunirnos con Cristo en el comienzo de Su parousía.
También debemos guardar la palabra de la perseverancia de Cristo (Ap. 3:10). Toda palabra que el Señor ha hablado en la Biblia es una palabra de perseverancia (cfr. Ro. 15:4). Si guardamos lo que dice el Señor, sufriremos. El Señor hoy sigue sufriendo rechazo y persecución con perseverancia. Nosotros somos copartícipes, no sólo de Su reino, sino también de Su perseverancia (Ap. 1:9). Por tanto, Su palabra para nosotros hoy día es la palabra de perseverancia. Para guardar la palabra de Su perseverancia tenemos que sufrir el rechazo y la persecución que El sufre.
También necesitamos vencer y guardar las obras del Señor hasta el fin (2:26). Las obras del Señor son las cosas que El ha efectuado y está haciendo. Estas obras incluyen todas Sus obras para efectuar una redención plena para nosotros. El murió y resucitó para redimirnos. El está obrando aún hoy para santificarnos, transformarnos y conformarnos a Su imagen. Estas son las obras del Señor que tenemos que guardar. Muchos cristianos han sido iluminados y se han dado cuenta de cierta parte de las obras del Señor, pero debido a la atracción del mundo, ellos no guardan Sus obras. En lugar de eso ellos las niegan y olvidan lo que Cristo ha hecho por ellos. Si somos vencedores, no descuidaremos las obras del Señor. Guardaremos la redención del Señor, diciéndoles a otros que Cristo murió y resucitó por nosotros y que hoy sigue obrando para santificarnos, transformarnos, renovarnos y conformarnos a Su imagen gloriosa. Si guardamos las obras del Señor hasta el fin, El será el lucero de la mañana para nosotros en Su aparición (v. 28).
Nuestro estudio de la profecía de los cuatro “sietes” en la Biblia es oportuna, especialmente si vemos la situación mundial hoy día. La situación del mundo hoy día está bajo el arreglo soberano del Señor. El está obrando a fin de ordenar la situación mundial para el cumplimiento de Su palabra profética.
Pregunta: En cuanto a los vencedores que son arrebatados al trono, ¿están ellos incluidos en el juicio en el aire ante el tribunal de Cristo?
Respuesta: Todos los creyentes tienen que comparecer ante el tribunal de Cristo (2 Co. 5:10). Todos los vencedores y todos los cristianos derrotados tienen que pasar este “examen”. El Señor Jesús fue designado para juzgar a los vivos y a los muertos (2 Ti. 4:1). El juzgará a los vivos en Su trono de gloria en Su segunda venida (Mt. 25:31-46). Este será el juicio de las naciones, las ovejas y las cabras, antes del milenio. Luego, El juzgará los muertos ante el gran trono blanco después del milenio (Ap. 20:11-15). Además de esto, se tendrá el juicio ante el tribunal de Cristo para juzgar a los creyentes, no para perdición eterna ni para salvación eterna, sino para recompensar o castigar. En los últimos tres años y medio de esta era, el Señor quitará toda la basura del universo. Entonces El pondrá a todas las naciones y a los creyentes en sus posiciones correspondientes para que tengan un nuevo comienzo en el reino de mil años.
Pregunta: Hemos visto que el templo será reedificado y que el servicio sacerdotal comenzará de nuevo con el ofrecimiento de los sacrificios. Luego durante la tribulación el anticristo contaminará el templo. Cuando el Señor regrese al final de los mil doscientos sesenta días de la gran tribulación, El destruiráal anticristo. Luego se requerirán otros treinta días para purificar el templo (Dn. 12:11), y cuarenta y cinco días máspara establecer el servicio sacerdotal una vez más junto con las ofrendas (v. 12). ¿En qué forma se relacionan estas ofrendas con la muerte del Señor en la cruz?
Respuesta: En el Antiguo Testamento las ofrendas eran tipos de Cristo, las cuales señalaban hacia el tiempo en que el Señor viniera para morir por nosotros. Después de la cruz, en el milenio y aun en la eternidad, las ofrendas serán un memorial, que señalará hacia el pasado hacia lo que Cristo hizo en la cruz. Antes de la cruz, las ofrendas eran un tipo; después de la cruz, son un memorial. Isaías 66 dice que aun en el cielo nuevo y en la tierra nueva habrá ofrendas en memoria de lo que el Señor hizo por nosotros en la edad de la gracia (vs. 20-22).
Pregunta: Hemos visto que los creyentes que hayan quedado durante los tres años y medio de la gran tribulación, que son tipificados por la mujer en Apocalipsis 12:6, son llevados al desierto donde llevan el testimonio del Señor. ¿Significa esto que algunos recibirán el testimonio de ellos durante la gran tribulación y recibirán salvación por gracia?
Respuesta: Es muy probable que esto suceda. No debemos olvidar que estos tres años y medio serán un período de tiempo de transición. Por un lado, los creyentes que permanezcan sobre esta tierra durante ese tiempo estarán ciertamente predicando el evangelio del Señor Jesús. Mientras son sustentados en el desierto, ellos ciertamente predicarán a Jesús. Por otro lado, un ángel estará anunciando el evangelio eterno desde el aire (Ap. 14:6-7), advirtiéndoles a aquellos que estén bajo la persecución del anticristo que no adoren al anticristo.
Pregunta: Usted mencionó que los dos testigos serán arrebatados el mismo día que la mayoría de los santos, lo cual sucederá el último día de los mil doscientos sesenta días de la gran tribulación. Apocalipsis 11 dice que los dos testigos profetizan por mil doscientos sesenta días (v. 3). También dice que son muertos, y que sus cuerpos muertos yacen en la plaza de Jerusalén, y que después de tres días y medio son arrebatados. ¿Son estos dos testigos arrebatados después de los mil doscientos sesenta días o después de los mil doscientos sesenta y tres días y medio?
Respuesta: Ellos serán arrebatados después de los mil doscientos sesenta días. Los tres días y medio que sus cuerpos muertos yacen en la plaza están incluidos en esos mil doscientos sesenta días. Que sean muertos, que sus cuerpos muertos yazcan en la calle, y que resuciten deben considerarse parte de su acción de profetizar, de su testimonio.