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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Timoteo»
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Mensaje 6

LA FUNCIÓN DE LA IGLESIA

  Lectura bíblica: 1 Ti. 3:14-16

  Los versículos del 14 al 16 de 1 Timoteo 3 constituyen la sección más crucial de este grupo de cuatro libros, conformado por 1 y 2 Timoteo, Tito y Filemón. Los temas que hasta aquí Pablo ha tratado son: las enseñanzas diferentes, la economía de Dios, la necesidad de que los que toman la delantera lleven una vida de oración digna de ser imitada por los demás hermanos, y el encargo hecho a las hermanas respecto a permanecer en fe, amor y santidad con cordura. Además, se han establecido ancianos y se han designado diáconos. Una iglesia con todas estas características es ciertamente una iglesia maravillosa. Ahora, en el versículo 15, Pablo nos dice que la iglesia es la casa del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad. Luego, en el versículo 16, declara: “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: El fue manifestado en la carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado entre las naciones, creído en el mundo, llevado arriba en gloria”. En estos versículos Pablo presenta una norma sumamente elevada que la iglesia debe aspirar a alcanzar.

  Entre los cristianos de hoy, la norma de la iglesia está muy por debajo de la norma divina revelada en 3:15 y 16. Para alcanzar esta norma, la iglesia debe reunir todas las características descritas en los primeros dos capítulos y medio de 1 Timoteo. No debe haber enseñanzas diferentes, y debe llevarse a cabo continuamente la economía de Dios. Los hermanos que toman la delantera en la iglesia deben llevar una vida de oración, y todos los demás hermanos deben seguirlos, orando en todo lugar. Además, las hermanas deben permanecer en fe, amor y santidad con cordura. Luego, el gobierno de la iglesia debe establecerse con dos cargos, a saber: el cargo del anciano y el cargo del diácono. Contamos con llevar a la práctica esta vida de iglesia. Alabamos al Señor porque en Su recobro, hemos visto esta vida de iglesia, al menos en cierta medida. Cada vez que se logra alcanzar la norma establecida por Dios para la iglesia, tal como se nos describe en 1 Timoteo, la iglesia en cuanto a su función será la casa del Dios viviente, y la columna y fundamento que sostiene la verdad. Esto es también el gran misterio de la piedad, la manifestación de Dios en la carne. Así como en el pasado el Señor Jesús fue la manifestación de Dios, hoy la iglesia también debe ser dicha manifestación. Ésta es la meta, el objetivo, de estas cuatro epístolas escritas por Pablo.

  Aunque Pablo fue testigo del inicio de la decadencia de la iglesia, esto no lo desanimó ni lo desilusionó. El discernimiento y la visión que él tenía lo mantuvo alentado. Él sabía que algún día y de algún modo, la iglesia alcanzaría la norma de Dios. Aunque la mayoría de los creyentes se degraden, al menos habrá unos cuántos que Dios escogerá, guardará y afirmará para poner en práctica la vida de iglesia conforme a la norma divina.

  Los que estamos en el recobro del Señor podemos dar testimonio de la gran diferencia que hay entre el recobro y el sistema organizado del cristianismo; es imposible reconciliarlos. Todos los santos debemos sentirnos alentados de que el recobro de Señor se encamina hacia la norma de Dios. Esta norma consiste en que la iglesia sea en función la casa del Dios viviente, la columna y el fundamento de la verdad, y, como el gran misterio de la piedad, sea Dios manifestado en la carne. La vida de iglesia hoy debe ser la manifestación misma de Dios en la carne. De este modo, cuando personas nuevas vengan a nuestras reuniones, incluyendo a aquellas que aún no han creído, y vean esta manifestación, sin duda se maravillarán. Tal vez dirán: “¿Qué es esto? Es diferente de todo lo que hemos visto en otras partes. Incluso es diferente de los llamados ‘cultos’ de la religión”. Efectivamente, la iglesia es diferente, pues es la casa del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad, y la manifestación de Dios en la carne. Toda iglesia local debe conformarse a esta norma y permanecer en esta condición. No debemos permitir que haya ninguna decadencia; antes bien, debemos guardar la norma de Dios hasta que nuestra Cabeza, nuestro Salvador Jesucristo, aparezca en gloria.

  En 3:14 Pablo declara: “Esto te escribo con la esperanza de ir pronto a verte”. La frase “esto te escribo”, se refiere a todo lo que Pablo había abarcado anteriormente en esta epístola. Cuando Pablo escribió este libro, él tenía la esperanza de ir pronto a ver a Timoteo.

I. LA CASA DEL DIOS VIVIENTE

  El versículo 15 dice: “Pero si tardo, escribo para que sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad”. Las palabras “cómo debes conducirte” indican que en este libro Pablo da instrucciones acerca de cómo cuidar de una iglesia local.

  Según lo dicho por Pablo en el versículo 15, la iglesia es la casa de Dios. La palabra griega traducida “casa” también puede traducirse familia. La misma palabra aparece en 3:4, 5 y 12. La familia de Dios es la casa de Dios. La casa y la familia son una sola cosa: la asamblea que está compuesta de los creyentes (Ef. 2:19; He. 3:6). La realidad de que esta casa es la morada del Dios viviente está en nuestro espíritu (Ef. 2:22). Debemos vivir y actuar en nuestro espíritu para que en esta casa Dios sea manifestado como el Dios viviente.

  La iglesia, siendo la morada de Dios, es la casa de Dios y Su familia. En el Antiguo Testamento, el templo y el pueblo de Dios, Su familia, eran dos entidades distintas, pero en el cumplimiento en el Nuevo Testamento, la morada y la familia son una misma entidad. Así que, la familia es la morada de Dios, y la morada de Dios es Su familia. Como hemos indicado, la palabra griega traducida “casa” podría traducirse también familia. Según la economía neotestamentaria de Dios, la familia de Dios es Su casa. Éstas no son dos entidades distintas, sino una sola. Nosotros somos la familia de Dios y también Su templo, Su morada.

  Al decir que la iglesia es la casa de Dios, Pablo específicamente se refiere a Dios llamándolo el Dios viviente. El Dios viviente, quien vive en la iglesia, debe ser conocido por la iglesia de una manera subjetiva, y no meramente objetiva. Un ídolo de un templo pagano no tiene vida. El Dios que no sólo vive en Su templo vivo, la iglesia, sino que también actúa y obra en él, es viviente. Debido a que Él es viviente, la iglesia también es viviente en Él, por Él y con Él. Un Dios viviente y una iglesia viviente, viven, actúan y obran juntos. La iglesia viviente es la casa y la familia del Dios vivo. Por consiguiente, ella viene a ser la manifestación de Dios en la carne.

II. COLUMNA Y FUNDAMENTO DE LA VERDAD

  Hablando de forma metafórica, Pablo dice además que la iglesia es “columna y fundamento de la verdad”. La columna es lo que sostiene la edificación, y el fundamento es lo que sostiene la columna. La iglesia es la columna y fundamento que sostiene la verdad.

  La verdad aquí se refiere a las cosas verdaderas reveladas en el Nuevo Testamento con respecto a Cristo y la iglesia, según la economía neotestamentaria de Dios. La iglesia es la columna de apoyo y el fundamento que sostiene todas estas realidades. Una iglesia local debe ser tal edificio, el cual sostiene la verdad, la apoya y da testimonio de la verdad, la realidad, de Cristo y la iglesia.

  La iglesia, siendo la casa del Dios viviente, es la columna que apoya la verdad y el fundamento que sostiene dicha columna. Como hemos señalado, la verdad denota la realidad y el contenido de la economía neotestamentaria de Dios. Dicha economía se compone de dos misterios: Cristo, el misterio de Dios (Col 2:2), y la iglesia, el misterio de Cristo (Ef. 3:4). Cristo y la iglesia, la Cabeza y el Cuerpo, son el contenido de la realidad de la economía neotestamentaria de Dios.

III. EL MISTERIO DE LA PIEDAD

  El versículo 16 empieza diciendo: “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad”. La conjunción con la que comienza el versículo 16 indica que Pablo, en el versículo 15, aún no había terminado de hablar de la iglesia. ¡Oh, cuán importante es la iglesia! Ella es la casa del Dios viviente, y columna y fundamento de la verdad. El hecho de que Pablo usara esta conjunción al comienzo del versículo 16 indica que la iglesia es mucho más que la casa del Dios viviente y columna y fundamento de la verdad. La iglesia es también el misterio de la piedad. Así, pues, la iglesia es la casa, la columna y el fundamento, y también es el misterio de la piedad.

  Según el contexto, la piedad mencionada en el versículo 16 se refiere no sólo a la devoción a cosas santas, sino también al hecho de vivir a Dios en la iglesia, es decir, a que Dios como vida sea expresado en el vivir de la iglesia. Éste es el gran misterio que ha sido confesado universalmente por los creyentes de Cristo.

  La iglesia en calidad de la casa del Dios viviente y como columna y fundamento de la verdad, no es tan misteriosa; pero la iglesia en calidad de la manifestación de Dios en la carne, es ciertamente un misterio. Un misterio siempre sobrepasa nuestro entendimiento; se refiere a algo que no se puede explicar. Si existe algo que puede ser explicado, ese algo no es un misterio.

  La iglesia no es solamente la casa del Dios viviente y columna y fundamento de la verdad, sino que también es el misterio de la piedad. La piedad se refiere al hecho de expresar a Dios. ¿Qué hacemos en la vida de iglesia? Expresamos a Dios. Los seres humanos tal vez no comprendan bien esto, pero los ángeles sí lo reconocen y lo valoran. Por una parte, los ángeles buenos se regocijan cuando ven la expresión de Dios en la iglesia; por otra, los ángeles malignos y los demonios temen y tiemblan, pues se dan cuenta de que un día los que están en la vida de iglesia los condenarán y enviarán al lago de fuego.

  Cuándo el Señor Jesús nació, una hueste de ángeles alabó a Dios (Lc. 2:10-14). Si los ángeles se regocijaron por el nacimiento del Señor Jesús en Belén, la ciudad de David, ¿no habrán de alegrarse también al ver a Dios manifestado en la iglesia, la cual es el aumento y el agrandamiento de Cristo? Asimismo, cuando el Señor Jesús, quien expresaba y manifestaba a Dios en la tierra, confrontó a los demonios, éstos clamaron. Al menos en una ocasión le pidieron al Señor Jesús que no los enviara al abismo (Lc. 8:31). Si los demonios temblaron ante la presencia del Señor Jesús, ¿no habrán de temblar también ante la manifestación del Dios viviente en la iglesia? Sin duda, cuando la iglesia exprese a Dios en su vivir y sea Su manifestación, los demonios y los ángeles malignos se llenarán de pavor. Cada iglesia local debe ser un lugar donde Cristo nace nuevamente en los santos. Además, cada iglesia local debe expresar a Dios al grado de acortar el tiempo que le resta al diablo. Así que, por un lado, cuando las iglesias se conformen a la norma de Dios, los ángeles cantarán y se regocijarán, y por otro lado, los demonios y los ángeles malignos temblarán.

  En el versículo 16, cabe resaltar que en el texto original griego no aparece el pronombre personal “Él” en la frase: “El fue manifestado en la carne”, sino el pronombre relativo “quien”, es decir, dice: “Quien fue manifestado en la carne”. Sin embargo, es bastante claro que aquí se refiere a Cristo, quien, como el misterio de la piedad, es Dios manifestado en la carne. El hecho de que el referente del pronombre relativo “quien” sea “el misterio”, implica que Cristo, como manifestación de Dios en la carne, es el misterio de la piedad (Col. 1:27; Gá. 2:20). Este misterio corresponde al vivir de una iglesia apropiada, un vivir que es también la manifestación de Dios en la carne. Es posible que la parte del versículo 16 —que empieza con la frase “El fue manifestado en la carne” y termina diciendo: “Llevado arriba en gloria”— fuese un cántico de la iglesia primitiva.

  La primera parte del versículo 16 nos habla de “el misterio de la piedad”. Por consiguiente, lo lógico sería que Pablo hubiera usado el pronombre relativo “el cual”, refiriéndose al misterio de la piedad como un asunto; sin embargo, el hecho de que él hubiera usado el pronombre relativo “quien”, implica que el misterio de la piedad es una persona y no meramente un asunto. Como veremos, esta persona es Cristo, quien es la Cabeza así como el Cuerpo.

  Por medio de la encarnación y el vivir humano (Jn. 1:1, 14), Dios fue manifestado en la carne. Las palabras “en la carne” significan en la semejanza o porte exterior de un hombre (Ro. 8:3; Fil. 2:7-8). Cristo se manifestó ante los hombres en la forma de un hombre (2 Co. 5:16); no obstante, Él era Dios manifestado en el hombre.

  Cristo también fue “justificado en el Espíritu”. La palabra griega traducida “justificado” también significa vindicado. El Cristo encarnado en Su vivir humano no sólo fue vindicado como Hijo de Dios por el Espíritu (Mt. 3:16-17; Ro. 1:3-4), sino que también fue justificado, probado y aprobado como recto y justo por el Espíritu (Mt. 3:15-16; 4:1). Él fue manifestado en la carne, pero fue vindicado y justificado en el Espíritu. Él se manifestó en la carne, pero vivió en el Espíritu (Lc. 4:1, 14; Mt. 12:28) y se ofreció a Sí mismo a Dios mediante el Espíritu (He. 9:14). Su transfiguración (Mt. 17:2) y Su resurrección son justificaciones en el Espíritu. Además, en resurrección Él se hizo el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17) para poder morar y vivir en nosotros (Ro. 8:9-10), con miras a la manifestación de Dios en la carne como el misterio de la piedad. Así que, ahora le conocemos a Él y a Sus miembros no según la carne sino según el Espíritu (2 Co. 5:16). Puesto que la manifestación de Dios en la carne es justificada en el Espíritu, y el Espíritu es uno con nuestro espíritu (Ro. 8:16), debemos vivir y conducirnos en nuestro espíritu para que se logre esta justificación.

  Pablo dice también: “Visto de los ángeles”. Los ángeles vieron la encarnación, el vivir humano y la ascensión de Cristo (Lc. 2:9-14; Mt. 4:11; Hch. 1:10-11; Ap. 5:6, 11-12).

  Cristo también fue predicado entre las naciones. Cristo como manifestación de Dios en la carne ha sido predicado como evangelio entre las naciones, incluyendo la nación de Israel, desde el día de Pentecostés (Ro. 16:26; Ef. 3:8).

  Además, Cristo ha sido “creído en el mundo”. Las personas que están en el mundo han creído en Cristo, quien es la corporificación de Dios, y le han recibido como Salvador y vida (Hch. 13:48).

  Pablo concluye el versículo 16 con la frase: “Llevado arriba en gloria”. Esto se refiere a la ascensión de Cristo a la gloria (Mr. 16:19; Hch. 1:9-11; 2:33; Fil. 2:9). Según la secuencia de los eventos históricos, la ascensión de Cristo ocurrió antes de que Él fuera predicado entre las naciones. Sin embargo, aquí se presenta la ascensión como el último paso que Cristo dio al manifestar a Dios en la carne. Esto debe de indicar que la iglesia también es llevada a la gloria. Por lo tanto, implica que no sólo Cristo mismo como la Cabeza, sino también la iglesia como el Cuerpo, son la manifestación de Dios en la carne. Cuando una iglesia está bien cuidada, conforme a las instrucciones dadas en los primeros dos capítulos, teniendo plenamente establecidos la supervisión de los que vigilan y el servicio de los diáconos, según lo revela el capítulo tres, la iglesia será en función la casa y la familia del Dios viviente para el mover de Dios en la tierra, y también la columna y fundamento que sostiene la verdad, teniendo la realidad divina de Cristo y Su Cuerpo, como un testimonio para el mundo. De este modo, la iglesia viene a ser la continuación de Cristo como la manifestación de Dios en la carne. Éste es el gran misterio de la piedad: ¡Cristo expresado en el vivir de la iglesia como la manifestación de Dios en la carne!

  Quisiera recalcar que aunque Cristo fue llevado arriba en gloria (Hch. 1) antes de que comenzara a ser predicado en Hechos 2, Pablo menciona este hecho al final, no sólo después de la frase “predicado entre las naciones”, sino incluso después de la frase “creído en el mundo”. Esto indica que la frase “llevado arriba en gloria” no sólo incluye la ascensión de Cristo, sino que también pudiera incluir el arrebatamiento de la iglesia. La Cabeza, Cristo, fue llevada arriba antes de que empezara a ser predicado; sin embargo, el Cuerpo, la iglesia, será llevado arriba sólo después de que Cristo haya sido predicado y creído en el mundo. Por consiguiente, en el versículo 16 hallamos una clara evidencia de que este versículo no sólo se refiere a la Cabeza, la manifestación de Dios en la carne, sino también al Cuerpo, la continuación de dicha manifestación. Esto es muy lógico, pues de otro modo, ¿cómo podría nuestra cabeza ejercer su función estando separada de nuestro cuerpo? Así que, la Cabeza, Cristo, fue llevada arriba en gloria, y el Cuerpo, la iglesia, también será llevado arriba en gloria. De manera que, tanto la Cabeza como el Cuerpo constituyen el misterio de la piedad. Ésta es la manifestación de Dios en la carne.

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