Mensaje 17
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Lectura bíblica: Dn. 12
El libro de Daniel abarca un amplio período de la Biblia, desde Génesis 10 hasta el final del Nuevo Testamento, desde Babel hasta la Nueva Jerusalén. Como veremos, la visión en Daniel 12 abarca cosas que sucederán durante los últimos tres años y medio de la era presente, así como cosas relacionadas con la era del reino y con la eternidad.
Hemos recalcado el hecho de que la gran imagen humana descrita en Daniel 2 es el principio básico y el factor que rige la profecía en el libro de Daniel. Esta imagen humana destruye y profana el templo de Dios cuatro veces. La primera vez, el templo fue profanado por la cabeza de aquella imagen, Nabucodonosor (1:1-2); la segunda vez por Antíoco Epífanes, descendiente de uno de los cuatro generales del Imperio griego establecido por Alejandro Magno (8:9-14); la tercera vez por Tito, un príncipe del Imperio romano (70 d. C.); y la cuarta vez por el anticristo (12:7, 11), quien forma parte de los diez dedos que representan al Imperio romano restaurado. A la postre, en su consumación, esta gran imagen humana combate directamente contra Dios. El anticristo, los diez reyes y sus tropas combatirán directamente contra Cristo (Ap. 19:19). Sin embargo, Cristo con Su novia obtendrá la victoria derrotando al anticristo y Sus ejércitos (Ap. 19:20-21).
El contenido de la visión presentada en Daniel 11:2—12:13 trata sobre el destino de Israel desde la última etapa del reino de Persia hasta los últimos tres años y medio de la era presente, e incluso se extiende hasta la era del reino y la eternidad. Al abordar Daniel 12, debemos percatarnos que en este libro hay un intervalo en la narración de la historia, intervalo que abarca desde el final del gobierno ejercido por los cuatro sucesores de Alejandro Magno (esto es, a partir de aproximadamente la segunda mitad del último siglo a. C., cuando el Imperio romano surgió a fin de tomar el lugar del reino de Grecia y se convirtió en el poder mundial que pondrá fin a la era presente) hasta los últimos tres años y medio de la era actual. En este intervalo se encuentra la era del misterio, que es la era de la iglesia.
La visión con respecto al destino de Israel en el capítulo 12 guarda relación con el hecho de que el arcángel Miguel está de parte de Israel.
Primero, Daniel 12 habla de las cosas que sucederán en la consumación de la era (Mt. 28:20b), esto es: durante los últimos tres años y medio de la era presente (Dn. 12:7; 7:25b).
En aquel tiempo, Miguel, el gran príncipe que está de parte de Israel, se levantará (12:1a).
Habrá un tiempo de aflicción (gran tribulación) cual nunca fue desde que hubo nación hasta entonces (12:1b; Mt. 24:21; Jer. 30:7a).
Durante este tiempo de aflicción y tribulación, será completado el quebrantamiento del poder del pueblo santo (Dn. 12:7b; 7:25b; Ap. 13:5, 7a; 11:2).
Daniel 12:1c nos dice que el pueblo de Israel, todo el que se halle inscrito en el libro, será libertado. Están inscritos en el libro aquellos cuyos nombres han sido escritos en el libro de Dios, el libro de la vida. Los pocos hijos de Israel que serán libertados de manos del anticristo verán a Cristo descender en el aire y se arrepentirán, le recibirán y serán salvos.
Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán para vida eterna (vs. 2a, 13a; Jn. 5:28-29a; 1 Ts. 4:16). Los santos que duermen serán levantados para resucitar y ser llevados al aire, donde se encontrarán con Cristo.
La visión en Daniel 12 también abarca cosas que sucederán en la era del reino.
Después de la resurrección, el reino de Dios y de Cristo llegará a ser el reino eterno, como está representado por el gran monte (Dn. 2:35), con lo cual será introducida la era del reino. Con la venida del reino, durante treinta días el templo que había sido profanado y pisoteado será purificado y recobrado (12:11). Esto dará continuación a los últimos mil doscientos sesenta días (Ap. 12:6) para constituir el final de la era anterior, lo cual hace un total de mil doscientos noventa días. Así como los macabeos purificaron el templo después que fuera profanado por Antíoco Epífanes, así también los judíos salvos purificarán el templo al inicio del reino milenario.
Daniel 12:12 dice: “¡Bienaventurado el que espere y llegue a mil trescientos treinta y cinco días!”. Con el inicio de la era del reino también se realizará, por cuarenta y cinco días, la preparación y el restablecimiento del sacerdocio para que se ofrende a Dios el sacrificio diario; esto dará continuación a los mil doscientos noventa días, lo cual hace un total de mil trescientos treinta y cinco días. Que se ofrezca a Dios el diario sacrificio será una bendición para el pueblo escogido de Dios (v. 12a; Jl. 2:14). Se necesitarán cuarenta y cinco días para recobrar el sistema de adoración a Dios que había sido destrozado, lo cual incluye los sacrificios. La restauración de los sacrificios será una gran bendición para el pueblo de Israel.
Daniel 12 nos muestra ciertos asuntos relacionados con la porción asignada a los santos vencedores en el reino.
El versículo 2a indica que los santos resucitados disfrutarán de la vida eterna en el reino.
Aquellos que tienen perspicacia resplandecerán como el resplandor de la expansión celestial, y los que hagan volver a muchos a la justicia resplandecerán como las estrellas en la era del reino (vs. 3, 13b). En Mateo 13:43 el Señor Jesús dijo palabras similares con respecto al resplandecer de los vencedores en el reino: “Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre”.
El versículo 10a dice: “Muchos serán purificados, limpiados y refinados”. Estas personas purificadas, limpiadas y refinadas participarán en el reino.
El versículo 13 dice: “Pero tú, anda por tu camino hasta el fin, y reposarás y de nuevo te levantarás para recibir tu porción asignada al fin de los días”. Esto indica que el Daniel resucitado disfrutará de su porción asignada en el reino.
Finalmente, la visión en el capítulo 12 con respecto al destino de Israel incluye cosas que sucederán en la eternidad.
Aquellos que sean resucitados y disfruten de la vida eterna en el reino continuarán tal disfrute en la eternidad por siempre y para siempre (v. 3).
Daniel también continuará disfrutando de su porción asignada de la vida eterna en la eternidad (v. 13b).
Aquellos que perecieron serán resucitados después de la era del reino y sufrirán el oprobio y desdén eternos en la eternidad por siempre y para siempre (v. 2; Jn. 5:29b; Ap. 20:15).
Dios tiene un plan, una economía. En esta economía Dios decidió en la eternidad obtener un pueblo constituido por personas que hayan sido creadas por Él, que hayan sido regeneradas por Él para ser Sus hijos y que, después, sean santificadas, renovadas, transformadas y conformadas a la imagen de Su Hijo primogénito. Este grupo de personas será el Cuerpo de Cristo. Cuando el reino milenario venga, los vencedores en este Cuerpo se casarán con Cristo, esto es, ellos irán a Cristo para ser adheridos a Él y, así, ser uno con Él. Ellos serán co-reyes con Cristo en la sección celestial del reino de los mil años. Ellos también serán sacerdotes con Cristo para servir a Dios.
Cuando Cristo regrese para establecer el reino, el pequeño número de judíos que haya quedado, el remanente de Israel, también será salvo y regenerado. Sin embargo, debido a que ellos serán los creyentes tardíos, no serán partícipes de la sección celestial del reino en calidad de reyes y sacerdotes, sino que serán mantenidos en la tierra a fin de ser sacerdotes de Dios en la sección terrenal del reino milenario.
Al final mismo de esta era, muchos de los malvados procedentes de las naciones serán reunidos por el anticristo. Pero Cristo vendrá como la piedra no cortada con manos a fin de aplastar a todos estos malvados. Para entonces, el remanente de judíos y las naciones serán quienes hayan quedado en la tierra. Según Mateo 25:31-46, Cristo reunirá delante de Él a todas las naciones y las juzgará, separándolas en dos grupos, las ovejas (los buenos) y los cabritos (los malvados). Los cabritos se unirán al anticristo en el lago de fuego (v. 41). Las ovejas serán restauradas (no regeneradas) a la condición original de la creación de Dios, y Cristo las considerará como Su pueblo, Sus ciudadanos del reino milenario. Por tanto, en el reino habrá tres grupos de personas: 1) los creyentes vencedores, que estarán en la sección celestial del reino como reyes y sacerdotes en los lugares celestiales; 2) los judíos que fueron salvos, quienes estarán en la tierra como sacerdotes que enseñarán a fin de ayudar a las naciones restauradas y 3) las naciones restauradas, quienes serán los ciudadanos bajo el gobierno de los creyentes vencedores —que reinarán juntamente con Cristo— y también estarán bajo la enseñanza y el cuidado provisto por los judíos que fueron salvos.
Aunque el reino de los mil años será maravilloso, todavía formará parte de la vieja creación. El reino milenario será la última era de la vieja creación. La vieja creación abarca cuatro eras: la era de los patriarcas, la era de la ley, la era de la gracia y la era del reino. Al final de los mil años de la era del reino, se suscitará una rebelión más, la cual requerirá de purificación adicional. Después de todo esto, el cielo viejo y la tierra vieja serán incinerados a fin de ser renovados (2 P. 3:12-13). Entonces habrá un cielo nuevo y una tierra nueva (Ap. 21:1). En ese tiempo, los judíos que fueron salvos y regenerados se unirán a todos los santos que creyeron. Además, aquellos santos que no fueron vencedores antes del reino de mil años habrán recibido la disciplina y habrán madurado, por lo cual se unirán a los vencedores en la Nueva Jerusalén.
La Nueva Jerusalén incluye los doce nombres de los apóstoles y los doce nombres de las doce tribus de Israel (Ap. 21:12, 14). Esto indica que todos los creyentes que hayan estado en comunión con los doce apóstoles y los judíos que pertenezcan a las doce tribus, tendrán parte en la composición de la nueva ciudad. Esta ciudad será el tabernáculo de Dios, la morada de Dios, la novia de Cristo y la morada mutua de todos los santos, creyentes y judíos, por la eternidad. Las naciones que permanezcan después del último zarandeo y purificación (Ap. 20:7-9) serán trasladadas a la tierra nueva, donde por siempre serán ciudadanos (Ap. 21:24-26). Ése será el reino eterno de Dios, compuesto por personas que Dios creó, regeneró, santificó, transformó y glorificó para hacerlas uno con Dios por la eternidad, las cuales reinarán sobre las naciones restauradas y les enseñarán; estas naciones serán los ciudadanos del cielo nuevo y la tierra nueva.
Ahora que hemos llegado al final del estudio-vida de Daniel, quisiera darles unas palabras de conclusión.
El libro de Daniel nos muestra a un varón cuyo corazón es uno con Dios y está absolutamente fijo en el destino de su pueblo, Israel. Aparentemente, el destino de Israel está en las manos del gobierno humano, el poder de las naciones. En realidad, el destino de Israel está en la economía del Dios que los ha escogido y quien rige sobre todo gobierno humano con la autoridad celestial. El gobierno humano comenzó con Babilonia, representada por Nabucodonosor, y terminará también con Babilonia, representada por el anticristo, quien fue tipificado por Antíoco Epífanes de Siria y por Tito del Imperio romano.
Cristo es la centralidad y universalidad del mover de Dios en la economía divina. Cristo fue crucificado para poner fin a la vieja creación y hacer germinar la nueva creación mediante Su resurrección. Él es Aquel que es excelente y precioso en el aprecio y la expectativa del pueblo escogido de Dios. Él recibirá el reino eterno de parte de Dios y aparecerá al final para destruir y aplastar la totalidad del gobierno humano desde los dedos del pie hasta la cabeza y convertirse en el reino agrandado de Dios que estará presente en toda la tierra.
En Su economía divina, Dios perfeccionará a Israel para que sean Sus sacerdotes, y Él preparará a Sus naciones creadas y restauradas (no regeneradas) para que sean Su pueblo. Además de este resultado de la parte manifiesta de Su economía, en la sección escondida de Su economía divina Dios completará la edificación de la iglesia como Cuerpo de Cristo para que sea la familia real de Dios que gobierne como reyes en el cielo nuevo y la tierra nueva. Al final, en la eternidad en Su reino eterno, Dios tendrá Sus reyes, Sus sacerdotes y Su pueblo por siempre.