Mensaje 1
Lectura bíblica: Jl. 1:1, 15; 2:1, 11, 31; 3:14
Joel es un libro breve pero excelente, maravilloso y misterioso. En este mensaje daremos primero unas palabras de introducción y después consideraremos el asunto referente al día de Jehová, un tema de importancia en la profecía bíblica.
En hebreo el nombre Joel significa “Jehová es Dios”.
El período en que transcurrió el ministerio de Joel fue alrededor del año 800 a. C., probablemente después del profeta Eliseo.
El destinatario del ministerio de Joel fue el reino sureño de Judá.
El lugar en que Joel desempeñó su ministerio también fue Judá.
El tema del libro de Joel es la devastación de Israel efectuada por el gobierno humano en cuatro etapas y la destrucción que Cristo efectúa de los devastadores de Israel así como Su reinado en medio de Israel durante la restauración (Ap. 20:4, 6; Mt. 19:28).
El pensamiento central de Joel es que las naciones, que son las langostas, devastan a Israel mediante cuatro imperios consecutivos, los cuales van desde Nabucodonosor, el primer rey de Babilonia, hasta el anticristo, el último césar de Roma; estos imperios serán vencidos y aniquilados por Cristo, quien establecerá el reino y, durante la era de la restauración, reinará en medio del Israel que habrá sido salvo. Los cuatro imperios que devastan a Israel y que serán vencidos y aniquilados por Cristo son el Imperio babilónico, el Imperio medo-persa, el Imperio greco-macedónico y el Imperio romano. Estos cuatro imperios están representados por la gran imagen humana descrita en Daniel 2, la cual será destruida por Cristo, quien es la piedra no cortada por manos (vs. 34-35). En realidad, esta piedra no solamente representa al Cristo individual, sino también al Cristo corporativo. El Cristo corporativo vendrá como una piedra cortada no por manos y aplastará el gobierno humano desmenuzándolo.
En el libro de Joel Cristo es revelado como Aquel que viene junto con Sus vencedores, Sus valientes, para derrotar al anticristo y su ejército (Jl. 3:11).
En este libro Cristo también es revelado como Aquel que juzga a las naciones (3:2a, 12, 14). El juicio aquí se refiere al juicio de los que estén vivos (Mt. 25:31-46; Hch. 10:42; 17:31). Hechos 10:42 nos dice que Cristo es Aquel que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos, y Hechos 17:31 dice que Dios “ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó”. Cristo juzgará a los vivos inmediatamente antes del milenio y juzgará a los muertos después del milenio.
Finalmente, en Joel, Cristo es revelado como Aquel que habita dentro de Jerusalén sobre el santo monte Sion para reinar en medio de Israel a fin de ser para ellos su Dios, su albergue y su fortaleza (Jl. 3:16-17, 21b).
El libro de Joel tiene cinco secciones: la introducción (1:1); la plaga de langostas (1:2—2:11); Jehová se vuelve a Su elegido, Israel (2:12-32); el juicio que Cristo ejecuta sobre las naciones (3:1-15); y la victoria de Cristo sobre las naciones y Su reinado en medio de Israel (3:11, 16-21).
El libro de Joel nos habla del día de Jehová (1:15; 2:1, 11, 31; 3:14).
El día de Jehová es, en el Nuevo Testamento, el día del Señor (2 P. 3:10).
En expresiones tales como “el día de Jehová” y “el día del Señor”, la palabra día se usa principalmente para significar el juicio del Señor que lleva a cabo Sus medidas gubernamentales (Ez. 13:5; 30:3; Sof. 1:8-9).
Antes de la venida del Señor es el “día del hombre”, en el cual el hombre juzga (1 Co. 4:3-5). El hombre continuará juzgando hasta que venga el Señor. Después que el Señor haya venido, será el “día del Señor”, en el cual juzga el Señor. El día del juicio del hombre es la era presente. Esto se halla en contraste con el día del Señor, que es la era venidera, la era del reino, en que el juicio será el juicio del Señor. Hoy en día, en el día del hombre, todos son jueces. Incluso los hijos juzgan a sus padres, y los estudiantes juzgan a sus maestros. Pero en el día del Señor, el Señor hará cesar todo juicio humano y será Él quien tenga la última palabra.
El ultimo día de Jehová (el Señor) comenzará cuando se haya abierto el sexto sello (Ap. 6:12-17) y finalizará con el juicio del gran trono blanco (Ap. 20:11-15); este día comprenderá diversas calamidades, plagas y ayes a causa de los juicios punitivos ejecutados por el Señor así como debido a las medidas gubernamentales que Él tomará, todo lo cual abarcará los cielos, el sol, la luna, las estrellas, la tierra, los hombres, Satanás y los demonios, a fin de limpiar la tierra y el universo entero para la venida del cielo nuevo y la tierra nueva (Ap. 21:1) con miras al establecimiento de Su reino eterno. El tiempo que transcurrirá desde la apertura del sexto sello hasta el inicio del reino de mil años será poco más de tres años y medio. Ese será el tiempo en que transcurrirá, principalmente, la gran tribulación. El juicio del gran trono blanco tendrá lugar después del reino de mil años. Por tanto, el día del Señor durará por unos mil tres años y medio.
Ahora consideremos brevemente las calamidades, plagas y ayes comprendidos en el día del Señor.
Primero, vendrán las calamidades naturales del primer sello que afectan el sol, la luna, las estrellas, los cielos y la tierra.
Apocalipsis 8:7-12 habla de las calamidades más severas, las calamidades de las primeras cuatro trompetas que sobrevendrán a la tierra, el mar y los ríos, así como al sol, la luna y las estrellas. En realidad, las calamidades del sexto sello y de las primeras cuatro trompetas forman un grupo relacionado con el juicio del universo.
El primer ay, la quinta trompeta, será ejecutado por las langostas que vienen del abismo y que tienen como rey al anticristo, quien también vendrá procedente del abismo (Ap. 9:1-11).
El segundo ay, la sexta trompeta, será ejecutado por los cuatro ángeles que serán desatados desde el Éufrates junto con doscientos millones de jinetes (Ap. 9:12-19).
El tercer ay, la séptima trompeta, abarca las siete copas (Ap. 11:14-15a; 15:1, 5-8; 16:1).
La úlcera maligna y dañina de la primera copa vendrá sobre aquellos hombres que tengan la marca de la bestia y adoren su imagen (Ap. 16:2).
Al derramarse la segunda copa, el mar se convertirá en sangre como de muerto, y morirá toda alma viviente que esté en el mar (Ap. 16:3).
Al derramarse la tercera copa, los ríos y las fuentes de las aguas se convertirán en sangre para ser bebida por aquellos que derramaron la sangre de los santos y profetas (Ap. 16:4-7).
Al derramarse la cuarta copa, el sol quemará a los hombres con fuego (Ap. 16:8-9).
Al derramarse la quinta copa, el reino del anticristo se cubrirá de tinieblas, la gente se morderá de dolor sus lenguas y blasfemará contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras (Ap. 16:10-11).
Al derramarse la sexta copa vendrá la guerra de Armagedón, en la cual el anticristo y sus ejércitos combatirán contra Cristo y Sus vencedores. Cristo destruirá al anticristo y todos sus ejércitos malignos, y el anticristo y el falso profeta serán arrojados al lago de fuego (Ap. 16:12-16; 17:14; 19:19-21). En Apocalipsis 14:17-20, la derrota que Cristo inflige al anticristo y todos sus ejércitos malignos es comparada a que Él pise el gran lagar de la ira de Dios.
Al derramarse la séptima copa habrá un terremoto sin precedentes. La gran ciudad de Jerusalén será dividida en tres partes, las ciudades de las naciones caerán y la Babilonia política será destruida bajo la ira de Dios. Toda isla huirá, y los montes desaparecerán; más aún, enorme granizo caerá del cielo sobre los hombres (Ap. 16:17-21).
Todas las calamidades, plagas y ayes abarcados desde el sexto sello hasta la séptima copa constituyen la gran tribulación (Mt. 24:21), la hora de la prueba que sobrevendrá para probar a todos los que moran sobre la tierra (Ap. 3:10). La gran tribulación durará tres años y medio (Ap. 11:2; 12:6, 12:14; 13:5).
Probablemente al inicio de la gran tribulación, Babilonia la Grande en su aspecto religioso, la Iglesia Católica Romana, será destruida por el anticristo (Ap. 14:8; 17:16). Al final de la gran tribulación, Babilona la Grande en su aspecto político, el Imperio romano revivido, será completamente destruida por el Señor.
En la gran tribulación los dos testigos, de cuya boca sale fuego para devorar a sus enemigos, harán que el cielo se cierre para que no llueva, tendrán autoridad para convertir las aguas en sangre y herirán la tierra con toda plaga (Ap. 11:3-6).
En los tres años y medio de la gran tribulación, el anticristo, instigado por Satanás y fortalecido por el falso profeta, blasfemará contra Dios y hará guerra contra los santos y los vencerá. Se le dará autoridad satánica sobre toda tribu y nación (Ap. 13:4-7; 12:13-17; 2 Ts. 2:3b-4; Dn. 11:36-39; Mt. 24:15).
Satanás será atado por mil años y arrojado al abismo (Ap. 20:1-3). Esto tendrá lugar después que Cristo se haya hecho cargo del anticristo y sus ejércitos.
Cristo gobernará con vara de hierro a las naciones por mil años y las quebrará en pedazos como las vasijas de barro son despedazadas (Ap. 2:27).
Al final del milenio las naciones, engañadas por el diablo, se rebelarán contra Cristo, pero fuego descenderá del cielo y las consumirá. Entonces el diablo será lanzado al lago de fuego (Ap. 20:7-10).
Al finalizar el día del Señor tendrá lugar el juicio del gran trono blanco (Ap. 20:11-15) ejecutado por Cristo sobre los hombres que estaban muertos, sobre los demonios y probablemente sobre los ángeles caídos (2 P. 2:4).
Finalmente, los cielos y la tierra serán renovados con fuego intenso a fin de convertirse en el cielo nuevo y la tierra nueva para la Nueva Jerusalén (2 P. 3:10-13; Ap. 21:1-2). El día del Señor termina con este fuego abrasador. Los cielos y la tierra, la vieja creación, se han emponzoñado y contaminado con la rebelión de Satanás y la caída del hombre, por lo cual tienen que ser renovados.
El día del Señor junto con todos sus juicios tiene por finalidad la manifestación de Cristo. Al estudiar la Biblia debemos darnos cuenta de que la revelación en la Biblia se centra en Cristo, Aquel que es la centralidad y universalidad de la economía de Dios. Todos los juicios del día del Señor, incluyendo las calamidades, plagas y ayes, tienen una meta, y esta meta es traer la manifestación de Cristo.