La redención mencionada en este versículo apunta a la redención lograda por Cristo. Según Su justicia, Dios debía haber juzgado los cielos y la tierra inmediatamente después de la caída de Adán. Pero, para cumplir Su propósito de obtener una morada entre los hombres, Dios puso el universo bajo la redención de Cristo, la cual, según Su perspectiva eterna, ya había sido dispuesta de antemano, incluso antes de la fundación del mundo (1 P. 1:19-20 y la nota 1 P. 1:201a; He. 2:9 y la nota 3). Por tanto, Dios tiene plena libertad para conservar el universo o para juzgarlo y destruirlo. Hoy, Dios extiende Su misericordia al considerar a toda persona bajo la redención de Cristo, dándoles así la oportunidad de arrepentirse y recibir Su redención (cfr. Jn. 3:18). Faraón y los egipcios rechazaron la redención dispuesta por Dios, por lo cual quedaron expuestos al juicio de Dios (cfr. 1 Jn. 2:2 y la nota 2). Debido a que Dios les proveyó a los hijos de Israel la cobertura propia de la redención de Cristo, ellos no fueron afectados por el juicio de Dios (Éx. 12:23).