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Capítulos de libros «Apocalipsis»
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  • El Apocalipsis, por ser el último libro de la Biblia, es la conclusión, compleción y consumación de toda la revelación divina contenida en toda la Biblia. Las semillas de la mayoría de las verdades de la revelación divina fueron sembradas en Génesis, el primer libro de la Biblia. El crecimiento de todas estas semillas se desarrolla progresivamente en los libros siguientes, especialmente en los libros del Nuevo Testamento, y la cosecha es recogida en Apocalipsis. Por lo tanto, la mayoría de los asuntos tratados en este libro no son realmente nuevos, pues ya se encontraban en los libros anteriores y son perfeccionados en este libro, cuyo enfoque es la revelación final y única de Cristo, el testimonio particular y consumado de Jesús, y la economía universal y eterna de Dios.

    Éste es un libro de profecías, mas no profecías dadas meramente mediante palabras sino en visiones reveladas al vidente. A los ojos de Dios, todas las cosas profetizadas en este libro ya han ocurrido. Así que, todo le fue mostrado al vidente en visiones consecutivas. Por lo tanto, la mayoría de los verbos usados en este libro están en tiempo pasado.

    Toda la Biblia revela a Cristo, y especialmente el libro de Apocalipsis, por ser la conclusión, la compleción y la consumación de toda la Biblia, es “la revelación de Jesucristo”. Aunque este libro también revela muchas otras cosas, el enfoque de su revelación es Cristo. Varios aspectos acerca de Cristo, tales como la visión de Cristo, el Sumo Sacerdote que está en medio de las iglesias y las cuida en amor pero con una actitud de juicio (vs. 13-16), la visión de Cristo como el León-Cordero en medio del trono de Dios y de los cuatro seres vivientes y en medio de los veinticuatro ancianos del universo, quien abre los siete sellos de la administración universal de Dios (Ap. 5:1-14; 6:1), y la visión de Cristo como el “otro Ángel fuerte” que desciende del cielo para tomar posesión de la tierra (Ap. 10:1-8; 18:1), etc., nunca habían sido revelados como lo son en este libro.

  • La revelación de este libro está compuesta principalmente de señales, es decir, símbolos con significado espiritual, tales como los siete candeleros, que simbolizan a las iglesias; las siete estrellas, que simbolizan a los mensajeros de las iglesias (v. 20), etc. Incluso la Nueva Jerusalén es una señal que representa la máxima consumación de la economía de Dios (caps. 21—22). Así que, éste es un libro de señales por medio de las cuales se nos da a conocer la revelación.

    El Evangelio de Juan es un libro de señales que muestran la manera en que Cristo vino a ser nuestra vida para producir la iglesia, Su novia. El Apocalipsis, de Juan, es un libro de señales que muestran cómo Cristo cuida ahora de la iglesia y cómo Él viene para juzgar y poseer la tierra e introducir a la iglesia, Su novia, en la plena economía de Dios.

  • Por un lado, este libro nos da la revelación de Cristo, y por otro, nos muestra el testimonio de Jesús, que es la iglesia. Nos presenta al Cristo revelado y la iglesia que da testimonio. Los candeleros mencionados en el cap. 1, la gran multitud de los redimidos en el cap. 7, la mujer vestida del sol con su hijo varón en el cap. 12, la cosecha y sus primicias en el cap. 14, los vencedores sobre el mar de vidrio en el cap. 15, la novia preparada para la boda en el cap. 19, y la Nueva Jerusalén en los caps. 21 y 22; son el testimonio de Jesús. Este testimonio es el espíritu —la sustancia, la naturaleza y la característica— de la profecía (Ap. 19:10).

    Cristo es el Testigo de Dios (Ap. 1:5), Su testimonio y Su expresión. La iglesia es el testimonio y la expresión de Cristo. Como tal, la iglesia es la reproducción del testimonio y la expresión de Dios en Cristo.

  • La revelación de este libro es de naturaleza profética. La mayoría de las visiones se refieren a cosas venideras. Incluso las siete epístolas a las siete iglesias mencionadas en los caps. 2 y 3, en el sentido de que son señales, son profecías con respecto a la iglesia en la tierra durante esta era hasta que el Señor regrese.

  • El número siete designa compleción en la obra de Dios; por ejemplo: los siete días de la creación (Gn. 1:31; 2:1-3) y los siete sellos (Ap. 5:5), las siete trompetas (Ap. 8:2) y las siete copas (Ap. 15:7) para el mover de Dios en la tierra. Por lo tanto, las siete iglesias son para el mover de Dios en su consumación.

  • Asia era una provincia del antiguo Imperio romano en la cual estaban las siete ciudades mencionadas en el v. 11. Las siete iglesias se encontraban en esas siete ciudades, respectivamente; no estaban todas en una misma ciudad. Este libro no trata de la iglesia universal, sino de las iglesias locales en muchas ciudades. Primero, en Mt. 16:18, la iglesia es revelada en su aspecto universal, y luego en Mt. 18:17 es revelada en su aspecto local. En Hechos la iglesia se practicaba en forma de iglesias locales, tales como la iglesia en Jerusalén (Hch. 8:1), la iglesia en Antioquía (Hch. 13:1), la iglesia en Éfeso (Hch. 20:17), y las iglesias en las provincias de Siria y Cilicia (Hch. 15:41). Las epístolas fueron dirigidas a las iglesias locales, con excepción de algunas dirigidas a individuos. Ninguna fue dirigida a la iglesia universal. Sin las iglesias locales, la iglesia universal no tiene sentido práctico ni es real. La iglesia universal es experimentada en las iglesias locales. Para conocer plenamente la iglesia en su aspecto universal, es necesario conocerla en su aspecto local. Es un gran avance que nosotros conozcamos y tengamos la práctica de las iglesias locales. En lo que concierne a la iglesia, el libro de Apocalipsis se encuentra en una etapa avanzada. Para conocer este libro, tenemos que pasar del mero entendimiento de la iglesia universal a la realidad y práctica de las iglesias locales, porque este libro está dirigido a las iglesias locales. Sólo los que están en las iglesias locales tienen la posición correcta, el enfoque correcto y la perspectiva apropiada para recibir las visiones contenidas en este libro.

    El Dios Triuno se expresa en Cristo (Jn. 1:1, 14; 1 Ti. 3:16; Col. 2:9); Cristo es hecho real para nosotros y experimentado por nosotros como el Espíritu (Jn. 14:16-18; 1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17; Ro. 8:9; Fil. 1:19) y es expresado en Su Cuerpo, la iglesia universal (Ef. 1:22-23; 1 Co. 12:12; Ef. 4:4); y la iglesia universal es expresada en las iglesias locales. Por consiguiente, para conocer y experimentar a Dios, necesitamos conocer y experimentar a Cristo; para conocer y experimentar a Cristo, necesitamos tener parte en la iglesia universal por medio del Espíritu; y para tener parte en la iglesia universal, necesitamos participar en las iglesias locales.

  • Aquel que es y que era y que ha de venir es Dios el Padre eterno. Los siete Espíritus que están delante del trono de Dios son el Espíritu operante de Dios, Dios el Espíritu. Jesucristo, quien es el Testigo fiel para Dios, el Primogénito de entre los muertos para la iglesia y el Soberano de los reyes de la tierra para el mundo (v. 5), es Dios el Hijo. Éste es el Dios Triuno. Como Dios el Padre eterno, Él era en el pasado, es en el presente y vendrá en el futuro. Como Dios el Espíritu, Él es el Espíritu que ha sido siete veces intensificado para que Dios pueda operar (véase la nota Ap. 1:45f). Como Dios el Hijo, Él es
    1) el Testigo, el testimonio, la expresión de Dios;
    2) el Primogénito de entre los muertos para la iglesia, la nueva creación
    3) el Soberano de los reyes de la tierra para el mundo. Desde este maravilloso Dios Triuno, se imparte gracia y paz a las iglesias.

  • Aquel…que ha de venir tal vez se refiera al regreso de Cristo, lo cual indica que para Sus criaturas, especialmente para Sus redimidos, lo que es el Dios Triuno será más real en ese tiempo que en el pasado o en el presente.

  • Los siete Espíritus son indudablemente el Espíritu de Dios porque están en un mismo rango con el Dios Triuno en los vs. 4-5. Dado que el número siete designa compleción en la obra de Dios, los siete Espíritus deben de existir para el mover de Dios en la tierra. En esencia y existencia, el Espíritu de Dios es uno; en la función y la obra intensificadas de la operación que lleva a cabo Dios, el Espíritu de Dios es séptuplo. Esto es semejante al candelero mencionado en Zac. 4:2. En cuanto a existencia es un solo candelero, pero en cuanto a función es siete lámparas. Cuando este libro fue escrito, la iglesia se había degradado; era una época oscura. Por lo tanto, el Espíritu de Dios siete veces intensificado era necesario para el mover y la obra de Dios en la tierra.

    En Mt. 28:19 la secuencia del Dios Triuno es la siguiente: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Aquí la secuencia es diferente. Los siete Espíritus de Dios se mencionan en el segundo lugar en vez del tercero. Esto revela la importancia de la función intensificada del Espíritu séptuplo de Dios. Este punto es confirmado por el constante énfasis que se da a lo dicho por el Espíritu en Ap. 2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22; 14:13 y 22:17.

    Al principio de las otras epístolas sólo se mencionan el Padre y el Hijo; de Ellos los destinatarios reciben gracia y paz. Sin embargo, aquí se incluye al Espíritu; de Él, se imparte gracia y paz a las iglesias. Esto también muestra que el Espíritu es indispensable para contrarrestar la degradación de la iglesia por causa del mover de Dios.

  • Ser liberado de los pecados es más significativo que ser lavado de ellos.

  • Lit., en.

  • Los creyentes, redimidos por la sangre de Cristo, no sólo nacieron de Dios y así fueron introducidos en Su reino (Jn. 3:5), sino que también fueron hechos un reino para la economía de Dios. Este reino es la iglesia (Mt. 16:18-19). Juan, el escritor del libro, estaba en este reino (v. 9), y todos los creyentes redimidos y renacidos también forman parte de este reino (Ro. 14:17).

    Uno de los aspectos principales de este libro es que Dios está recobrando Su derecho sobre la tierra con el fin de hacer de toda la tierra Su reino (Ap. 11:15). Cuando Cristo vino, trajo consigo el reino de Dios (Lc. 17:21; Mt. 12:28). Este reino ha crecido y se ha convertido en la iglesia (Mt. 16:18-19), la cual establecerá el reino de Dios en toda la tierra. Por un lado, el reino de Dios hoy está en la iglesia, y por otro, el reino de Dios viene por medio de los creyentes vencedores (Ap. 12:10). Luego Cristo y los creyentes vencedores reinarán sobre todas las naciones en el reino milenario (Ap. 2:26-27; 12:5; 20:4, 6).

  • La redención lograda mediante la sangre de Cristo no sólo hizo de nosotros un reino para Dios, sino también sacerdotes para Dios (1 P. 2:5). El reino tiene como fin el dominio de Dios, mientras que los sacerdotes son para la expresión de la imagen de Dios. Éste es el real sacerdocio (1 P. 2:9), cuyo fin es el cumplimiento del propósito original que Dios tenía al crear al hombre (Gn. 1:26-28). Este real sacerdocio es ejercido hoy en la vida de iglesia (Ap. 5:10), será practicado intensivamente en el reino milenario (Ap. 20:6) y tendrá su plena consumación en la Nueva Jerusalén (Ap. 22:3, 5).

  • En este libro, el regreso de Cristo se revela en dos aspectos. En un aspecto, Cristo vendrá secretamente como ladrón (Ap. 3:3; 16:15), y en otro, vendrá visiblemente en una nube (v. 7; 14:14). Esto corresponde a Mt. 24:43 y 30. Nadie sabe el día ni la hora de Su venida secreta (Mt. 24:36), mientras que el día de Su venida visible es claramente revelado: ocurrirá al sonar la última trompeta (la séptima trompeta), al final de la gran tribulación (1 Ts. 4:16; 1 Co. 15:52; 2 Ts. 2:1-3).

  • Cristo ascendió al cielo en una nube. Él volverá a la tierra de la misma manera (Hch. 1:9, 11; Mt. 26:64; Ap. 14:14).

  • Se refiere a las tribus que moran en la tierra de Israel, aquellos que traspasaron el costado de Cristo. Véase la referencia nota Ap. 1:7c.

  • La misma palabra griega es usada en Ap. 6:8, 10 y Ap. 8:13.

  • Lit., se golpearán (el pecho).

  • El Dios Todopoderoso y eterno es el Alfa, el comienzo, porque Él da origen a Su propósito eterno, y la Omega, el final, porque lo lleva a su consumación. Él era el Alfa en el libro de Génesis. Ahora, en este libro, Él es la Omega. Él completará todo lo que originó. En Su gobierno, Él continúa Su operación universal, la cual inició desde los tiempos antiguos y la cual completará (Ap. 21:6).

  • Tanto para la tribulación como para el reino es necesaria la perseverancia.

  • Jesús denota al Salvador que pasó por quebrantos y sufrimientos (Is. 53:3).

  • La isla de Patmos fue el lugar donde Juan había sido exiliado por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesús, y donde recibió la revelación contenida en este libro.

  • Este libro no sólo hace hincapié en el Espíritu de Dios como Espíritu siete veces intensificado que lleva a cabo el mover intensificado de Dios, sino también en nuestro espíritu humano como el órgano que hace real para nosotros el mover de Dios y con el cual respondemos al mismo. Sólo el espíritu (nuestro espíritu) puede responder al Espíritu (el Espíritu de Dios). Este libro está compuesto de cuatro visiones principales:
    1) la visión de las iglesias (caps. 1—3),
    2) la visión del destino del mundo (caps. 4—16),
    3) la visión de Babilonia la Grande (caps. 17—20)
    4) la visión de la Nueva Jerusalén (caps. 21—22). Juan estaba en su espíritu cuando vio estas cuatro visiones (v. 10; 4:2; 17:3; 21:10); es decir, él recibió la revelación del misterio de Cristo en su espíritu, según lo mencionado en Ef. 3:5. Nosotros también necesitamos estar en nuestro espíritu para recibir las visiones que se encuentran en este libro. No es simplemente un asunto de entender intelectualmente con nuestra mente, sino de comprender espiritualmente en nuestro espíritu.

  • Aquí el día del Señor ha de ser el primer día de la semana, el día en que el Señor fue resucitado (Jn. 20:1). La iglesia primitiva se reunía regularmente en este día (Hch. 20:7; 1 Co. 16:2). Fue en este día que Juan estaba en el espíritu y recibió las visiones acerca de la economía de Dios.

  • Este libro fue enviado a las siete iglesias, lo cual equivale a enviarlo a las siete ciudades. Esto muestra claramente que la práctica de la vida de iglesia en los primeros días consistía en tener una iglesia para una ciudad, una ciudad con una sola iglesia. En ninguna ciudad había más de una iglesia. Ésta es la iglesia local, en la cual la unidad básica es la ciudad, y no una calle o una región. La jurisdicción de una iglesia local debe abarcar toda la ciudad en la cual la iglesia está situada; no debe ser mayor ni menor que los límites de la ciudad. Todos los creyentes que vivan dentro de esos límites deben constituir la única iglesia local en esa ciudad.

  • Para ver algo debemos tener la posición y la perspectiva correctas. Primero, el apóstol Juan escuchó la voz (v. 10), y después, cuando se volvió para ver quién hablaba, vio los candeleros de oro. Estaba en la posición correcta, pero todavía necesitaba la perspectiva correcta para recibir la visión tocante a las iglesias; por eso él se volvió. Hoy día lo mismo se aplica a nosotros. Muchos cristianos necesitan corregir su posición y volverse para poder recibir la visión de las iglesias.

  • En la Biblia el candelero siempre está relacionado con el edificio de Dios. El candelero fue mencionado por primera vez en Éx. 25:31-40, cuando se erigió el tabernáculo. La segunda vez se mencionó en relación con la edificación del templo en 1 R. 7:49. La tercera vez aparece en estrecha relación con la reedificación del templo de Dios en Zac. 4:2-10. En Apocalipsis el candelero está relacionado con la edificación de las iglesias. En Éx. 25 se hace énfasis en que Cristo es el candelero, la luz divina, que brilla como siete lámparas con el Espíritu (el aceite). En Zac. 4 se recalca el Espíritu (Zac. 4:6) como siete lámparas que brillan, y estas siete lámparas son los siete ojos de Dios (Zac. 4:2, 10). Los siete ojos de Dios son los siete Espíritus de Dios (Ap. 5:6), cuyo fin es el mover intensificado de Dios. Esto indica que el candelero mencionado en Zacarías es la realidad del candelero mencionado en Éxodo, y que los candeleros de Apocalipsis son la reproducción del candelero mencionado en Zacarías. Cristo es hecho real como Espíritu, y el Espíritu es expresado como las iglesias. El Espíritu que resplandece es la realidad del Cristo que resplandece, y las iglesias resplandecientes son la reproducción y expresión del Espíritu resplandeciente para que se lleve a cabo el propósito eterno de Dios a fin de que la Nueva Jerusalén, la ciudad resplandeciente, llegue a su consumación. Cristo, el Espíritu y las iglesias poseen la misma naturaleza divina.

  • En figura, el oro representa la naturaleza divina. Aquí los candeleros son de oro, lo cual significa que las iglesias están constituidas de la naturaleza divina.

  • Cristo ahora está en medio de las iglesias. Por un lado, como Sumo Sacerdote, Él intercede en los cielos por las iglesias (He. 9:24; 7:25-26; Ro. 8:34), y por otro, anda en medio de las iglesias para cuidarlas. Para tener parte en Su mover y disfrutar de Su cuidado, tenemos que estar en las iglesias.

  • Cristo no sólo es descrito aquí en Su calidad de Sumo Sacerdote, como denotan Sus vestiduras, sino que también es revelado como uno semejante al Hijo del Hombre. Él es divino y también humano. Como nuestro Sumo Sacerdote, Él cuida de las iglesias en Su humanidad.

    Cristo como Hijo del Hombre no sólo efectuó la redención, sino que también se ocupa de la vida de iglesia, porque la iglesia está compuesta de seres humanos. El hecho de que el Señor todavía sea el Hijo del Hombre después de haber ascendido indica que Él no desechó Su naturaleza humana después de la resurrección. Él actúa en las iglesias basándose en Su humanidad, en la cual Él mantuvo el testimonio de Dios de una manera totalmente victoriosa y exitosa. También las iglesias, por estar constituidas de seres humanos, indudablemente pueden mantener el testimonio de Dios de la misma manera victoriosa y exitosa.

  • La ropa que llega hasta los pies es la vestidura sacerdotal (Éx. 28:33-35) y representa la plenitud de los atributos divinos y las virtudes humanas de Cristo (cfr. Is. 6:1, 3).

  • Los sacerdotes del Antiguo Testamento se ceñían los lomos para poder ejercer su ministerio (Éx. 28:4). En Dn. 10:5 también Cristo tiene ceñidos Sus lomos con oro fino. Pero aquí, Cristo nuestro Sumo Sacerdote está ceñido por el pecho. El pecho representa el amor. Estar ceñido por los lomos significa ser fortalecido para la obra, mientras que estar ceñido por el pecho significa cuidar con amor. La obra de Cristo de producir las iglesias ya fue efectuada. Ya no es necesario que Él esté ceñido por los lomos para la obra. Lo que hace ahora en medio de las iglesias es cuidarlas con amor. Esto requiere que Él esté ceñido por el pecho con un cinto de oro. El cinto de oro simboliza la fortaleza divina. Cristo se mueve en las iglesias para cuidarlas en Su humanidad y con Su fortaleza divina.

  • El cabello blanco indica edad avanzada (Job 15:10). Aquí denota que el Señor existe desde tiempos inmemoriales. En Cnt. 5:11 se le describe con cabello negro, lo que denota Su fortaleza inmarcesible y eterna.

  • La blanca lana es un producto natural de la vida, y la nieve desciende del cielo. Así que, la lana blanca aquí y en Dn. 7:9 significa que la antigüedad de Cristo procede de Su naturaleza, y no de Su vejez, mientras que la nieve significa que Su antigüedad es celestial, y no terrenal.

  • En Cnt. 5:12 los ojos de Cristo son como palomas; expresan Su amor. Aquí Sus ojos son como llama de fuego, y con ellos observa y escudriña para ejercer juicio mediante la luz que irradian. En este libro Él no tiene dos ojos sino siete (Ap. 5:6). Siete es el número de compleción en el mover de Dios. Por consiguiente, los ojos de Cristo en este libro tienen como fin la obra de Dios. Estos siete ojos Suyos son las siete lámparas de fuego (cfr. Dn. 10:6) que arden delante del trono, y éstas son los siete Espíritus de Dios (Ap. 4:5). El “fuego ardiente” equivale a la “llama de fuego” y su función es observar y escudriñar. Los siete Espíritus de Dios enviados por toda la tierra (Ap. 5:6) también son para el mover de Dios en la tierra. Por tanto, los ojos de Cristo en este libro son los siete Espíritus de Dios que realizan el mover y la operación de Dios sobre la tierra hoy en día.

  • Este libro se caracteriza por el juicio. El fuego es usado en el juicio divino (1 Co. 3:13; He. 6:8; 10:27). “Nuestro Dios es fuego consumidor” (He. 12:29); Su trono es una llama de fuego y las ruedas del mismo son fuego ardiente, y un río de fuego procede de delante de Él (Dn. 7:9-10). Todo esto tiene como fin el juicio. Los ojos del Señor son como llama de fuego y su fin principal es juzgar (Ap. 2:18-23; 19:11-12). Cuando Él venga a tomar posesión de la tierra trayendo juicio sobre ella, incluso Sus pies serán como columnas de fuego (Ap. 10:1).

  • Los pies representan el andar. En tipología, el bronce representa el juicio divino (Éx. 27:1-6). Los pies de Cristo son semejantes al bronce reluciente, como se menciona también en Dn. 10:6, lo cual significa que Su andar perfecto y brillante lo califica para ejercer el juicio divino. Por lo tanto, cuando Él venga a tomar posesión de la tierra trayendo Su juicio, Sus pies serán como columnas de fuego (Ap. 10:1).

  • Esta expresión indica una prueba por fuego. El andar de Cristo fue probado no sólo por Sus sufrimientos, sino también por Su muerte en la cruz. Por consiguiente, Su andar es resplandeciente, como bronce reluciente, lo cual lo califica para juzgar a los injustos.

  • El estruendo de muchas aguas, un estruendo ensordecedor, es el estruendo de la voz del Dios Todopoderoso (Ez. 1:24; 43:2). Esto representa cuán serias y solemnes son Sus palabras (cfr. Ap. 10:3).

  • Tanto los candeleros como las estrellas alumbran por la noche. Un candelero es una unidad colectiva y representa una iglesia local, mientras que una estrella es una entidad individual y representa un mensajero de una iglesia local. En la noche oscura de la degradación de la iglesia, es necesario el resplandor de las iglesias colectivamente y de los mensajeros individualmente.

  • En Cnt. 5:16 dice: “Su boca es la dulzura misma”, y en los Evangelios, “palabras de gracia…salían de Su boca” (Lc. 4:22); pero aquí, “de Su boca salía una espada aguda de dos filos”. Ésta es la palabra de Cristo, la cual discierne, juzga y aniquila (He. 4:12; Ef. 6:17). Con las palabras de gracia Él suministra gracia a Sus favorecidos, mientras que con la espada aguda de dos filos hace frente a las personas y las cosas negativas.

  • En Cnt. 5:10 y 13 el rostro de Cristo aparece hermoso a fin de que Su seguidora le aprecie, y en las Epístolas Su rostro refleja la gloria de Dios (2 Co. 4:6) para impartir vida en Sus creyentes. Sin embargo, aquí Su rostro es como el sol cuando resplandece en su fuerza (cfr. Dn. 10:6); este resplandor es la iluminación que juzga para traer el reino. Cuando Él se transfiguró y Su faz resplandeció como el sol, esto equivalía a Su venida en el reino (Mt. 16:28; 17:1-2). Cuando Él venga a tomar la tierra para el reino, Su rostro será como el sol (Ap. 10:1).

  • Cristo es el Primero y el Último, lo cual implica que llevará a cabo lo que ha comenzado. Véase la nota Ap. 22:132b.

  • El mismo Cristo que anda en medio de las iglesias, quien es la Cabeza de las iglesias y a quien pertenecen las iglesias, es el Viviente. Por lo tanto, también las iglesias, como la expresión de Su Cuerpo, deben ser vivientes, frescas y fuertes.

  • Por causa de la caída y del pecado del hombre, la muerte entró y ahora opera en la tierra para llevar a todos los pecadores al Hades. Así que, la muerte es la que recoge y el Hades es el que guarda. Sin embargo, las llaves de la muerte y del Hades están en la mano de nuestro Salvador, quien murió y resucitó.

  • Cuando Juan vio las siete estrellas en la diestra de Cristo y los siete candeleros de oro en medio de los cuales estaba Cristo, fue un misterio para él. No podía entender el significado de las siete estrellas celestiales y de los siete candeleros de oro. Por consiguiente, el Señor le reveló el misterio, diciendo que “las siete estrellas son los mensajeros de las siete iglesias, y los siete candeleros son las siete iglesias”. Esto no sólo fue un misterio para Juan, sino que también lo es para los creyentes de hoy. Todos los creyentes necesitan la revelación de este misterio para ver las iglesias y sus mensajeros.

    Las iglesias, representadas por los siete candeleros de oro, son el testimonio de Jesús (vs. 2, 9) en virtud de su naturaleza divina, que resplandecen en la noche oscura localmente y también de manera colectiva. Las iglesias deben tener la naturaleza divina: el oro. Ellas deben ser las bases, los candeleros, que sostienen la lámpara con el aceite (Cristo como Espíritu vivificante) y deben resplandecer individual y colectivamente en la oscuridad. Las iglesias son candeleros individuales localmente, pero a la vez constituyen un grupo, un conjunto, de candeleros universalmente. No sólo resplandecen localmente, sino que también universalmente mantienen el mismo testimonio ante las localidades y el universo. Poseen la misma naturaleza y la misma forma. Portan la misma lámpara con el mismo propósito y se identifican plenamente entre sí, sin tener ninguna distinción individual. Las diferencias entre las siete iglesias mencionadas en los caps. 2 y 3 tienen una naturaleza negativa, y no positiva. En el aspecto negativo, en sus fracasos, las iglesias son diferentes y están separadas una de otra, pero en el aspecto positivo, en su naturaleza, forma y propósito, son totalmente idénticas y están conectadas entre sí.

    Es muy fácil que los creyentes vean la iglesia universal, pero es muy difícil que vean las iglesias. La revelación de las iglesias locales es la máxima revelación que el Señor da con respecto a la iglesia, y de ello se habla en el último libro de la Palabra divina. Para conocer cabalmente la iglesia, los creyentes deben seguir al Señor desde los Evangelios, a través de las Epístolas, hasta el libro de Apocalipsis, a fin de poder ver las iglesias locales tal como son reveladas aquí. En Apocalipsis la primera visión está relacionada con las iglesias. Las iglesias, con Cristo como su único centro, son el enfoque en la administración divina para que se cumpla el propósito eterno de Dios.

    Los mensajeros son las personas espirituales de las iglesias, los que sobrellevan las responsabilidades por el testimonio de Jesús. Ellos deben poseer la naturaleza celestial y estar en una posición celestial, como estrellas. En Hechos y en las Epístolas los ancianos eran los que tomaban la delantera en la administración de las iglesias locales (Hch. 14:23; 20:17; Tit. 1:5). El ancianato es en cierto modo oficial, y en los tiempos en que se escribió este libro los cargos en las iglesias se habían deteriorado por causa de la degradación de la iglesia. En este libro el Señor nuevamente dirige nuestra atención a la realidad espiritual. Así que, este libro da más énfasis a los mensajeros de las iglesias que a los ancianos. El cargo de los ancianos se percibe fácilmente, pero es necesario que los creyentes vean la importancia de la realidad espiritual y celestial de los mensajeros a fin de que la vida de iglesia apropiada sea portadora del testimonio de Jesús en medio de la oscuridad de la degradación de la iglesia. En la primera visión de este libro, la visión acerca de las iglesias, tanto Cristo como los mensajeros de las iglesias son revelados junto con las iglesias como nunca antes, y esto de un modo muy específico. Por eso es necesario que los creyentes tengan una visión específica en su espíritu.

  • La misma palabra griega se traduce ángeles. Esta palabra es usada en el v. 1.

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