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Capítulos de libros «El Evangelio de Lucas»
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  • O, Como es bien sabido…

  • Esto indica que hubo más de cuatro personas que escribieron una crónica de la vida terrenal del Salvador.

  • O, poner en orden.

  • Los acontecimientos del nacimiento, ministerio y martirio de Juan el Bautista, y del nacimiento, vida, ministerio, enseñanza, muerte, resurrección y ascensión de Jesús, que ocurrieron para la realización del plan redentor de Dios, cuyo fin es salvar por gracia a los pecadores.

  • Esto indica que el escritor de este evangelio no estuvo entre aquellos discípulos que anduvieron con el Salvador durante Su vida terrenal.

  • El primer grupo de creyentes neotestamentarios, que acompañó al Salvador durante Su ministerio terrenal.

  • Lit., siervos; es decir, siervos oficiales, ordenanzas, quienes asisten o sirven a un oficial o a una autoridad para llevar a cabo sus órdenes. La palabra griega se usa en Lc. 4:20; Mt. 5:25; Mr. 14:54; Hch. 26:16 y 1 Co. 4:1.

  • La palabra del evangelio ministrada y predicada a la gente (Hch. 6:4; 8:4).

  • La iglesia primitiva reconoció a Lucas como el autor tanto de este evangelio como de Hechos. El estilo de los dos libros muestra que Lucas fue el autor de ambos. Lucas era un gentil (Col. 4:14, cfr. Col. 4:11), probablemente un griego asiático, y médico (Col. 4:14). En Troas se unió a Pablo y a su ministerio y le acompañó en sus últimos tres viajes ministeriales (Hch. 16:10-17; 20:5-38; 21:1-18; 27:1-44; 28:1-15). Él fue fiel compañero de Pablo hasta que éste murió como mártir (Flm. 1:24; 2 Ti. 4:11). Por eso, su evangelio debe de representar la perspectiva de Pablo, así como el de Marcos representa la de Pedro (véase la nota Mr. 1:11, párr. 1).

    Los Evangelios de Lucas, Mateo y Marcos son sinópticos con respecto a la humanidad del Salvador (véase la nota Mr. 1:11, párr. 2). El Evangelio de Lucas revela al Dios que está entre los hombres en Su gracia salvadora dada a la humanidad caída. Su propósito es presentar al Salvador como un hombre genuino, normal y perfecto. Para ello, nos presenta una genealogía completa del hombre Jesús, desde Sus padres hasta Adán, la primera generación de la humanidad, y muestra que Él es descendiente genuino del hombre, un hijo de (véase la nota Mt. 1:11b, párrs. 2 y 3). La crónica de la vida de este hombre nos impresiona con lo completa y perfecta que es Su humanidad. Por esto, el énfasis de este evangelio es el Señor como Salvador-Hombre. Basándose en los principios morales que se aplican a todos los hombres, nos presenta mensajes del evangelio, como en Lc. 4:16-21; 7:41-43; 12:14-21 y Lc. 13:2-5, parábolas del evangelio como en Lc. 10:30-37; 14:16-24; 15:3-32 y Lc. 18:9-14, y casos del evangelio, como en Lc. 7:36-50; 13:10-17; 16:19-31; 19:1-10 y Lc. 23:39-43. Ninguno de éstos consta en los otros Evangelios. Lucas, a diferencia de Mateo, no resalta el aspecto dispensacional ni el trasfondo judío; sino que es el evangelio dirigido a la humanidad en general que anuncia las buenas nuevas a todo el pueblo (Lc. 2:10) y se caracteriza por no ser nada judío, sino gentil (Lc. 4:25-28). Es un evangelio para todos los pecadores, tanto judíos como gentiles. Como tal, la secuencia de su narración concuerda con la moralidad y no sigue un orden cronológico. Véase la nota Mt. 8:161, párr. 2 y la nota Mr. 14:201.

  • La palabra griega significa amado por Dios, o amigo de Dios. Se trata probablemente de un creyente gentil que ocupaba algún puesto oficial en el Imperio romano.

  • Éste era el octavo de los veinticuatro turnos del servicio sacerdotal ordenado por David (1 Cr. 24:10).

  • Ellos pertenecían al pueblo escogido por Dios y habían sido preservados bajo la custodia de la ley en el Antiguo Testamento, y como producto de ésta fueron útiles a Dios para la iniciación del evangelio en el Nuevo Testamento.

  • Esto no contradice Ro. 3:20. Aquí significa ser rectos, es decir, irreprensibles delante de Dios conforme a los mandamientos y las ordenanzas del Antiguo Testamento (Lc. 2:25; Fil. 3:6). No quiere decir que estos justos no eran pecaminosos, o sea, que no tenían pecado ni pecados. Ellos eran irreprensibles, pero no intachables. Todavía necesitaban las ofrendas inmaculadas que presentaron por el pecado y por las transgresiones en tipología (Lv. 4:28; 5:15), para recibir la expiación a fin de tener contacto con Dios.

  • Es decir, vivían según.

  • La ley del Antiguo Testamento generalmente se llama “la ley”; su contenido está dividido en tres categorías: mandamientos, estatutos y ordenanzas. Los mandamientos, siendo los mandatos básicos de Dios, son los principios generales de la ley. Hay diez mandamientos (Éx. 20:2-17). Los estatutos, que son leyes o reglamentos, exponen y explican en detalle los mandamientos escritos en Éx. 20:22-26 y los complementan. Las ordenanzas, así como los estatutos, exponen y explican en detalle los mandamientos y los complementan; además, incluyen veredictos, según lo narrado en Éxodo 21:1—23:19. Las ordenanzas sin los veredictos llegan a ser estatutos. La palabra griega traducida ordenanzas aquí es la misma que aparece en Ro. 2:26 y en He. 9:1, 10.

  • Esto muestra la soberanía del Señor. De este modo ellos proporcionaron a Dios una oportunidad para dar inicio a Su evangelio, no por la fuerza natural del hombre, sino por Su acto divino.

  • Lit., avanzados en sus días.

  • Sobre el altar del incienso y dentro del Lugar Santo (v. 11; Éx. 30:6-8; 1 S. 2:28; 1 Cr. 23:13; 2 Cr. 29:11).

  • La oración del pueblo de Dios le facilita la realización de Su plan.

  • Esto indica que Zacarías había orado para que su esposa le diera a luz un hijo. Esto también indica que nuestra oración lleva a cabo la operación de Dios, lo que implica que nuestra fuerza natural debe ser llevada a su fin para que la operación de Dios empiece por Su acto divino. Esto fue revelado en el caso de Abraham y Sara (Gn. 17:15-19) y en el caso de Ana (1 S. 1:5-20).

  • Del nombre hebreo Jehoanán, cuya contracción es Johanán (2 R. 25:23; 1 Cr. 3:24; 2 Cr. 28:12); significa Jehová muestra favor, Jehová muestra gracia, o Jehová da con gracia.

  • Esto indica que Juan iba a ser nazareo (Nm. 6:1-4). Él no bebería vino sino que sería lleno del Espíritu Santo; el Espíritu Santo reemplaza al vino (Ef. 5:18).

  • Éste es el primer título divino atribuido al Espíritu de Dios en el Nuevo Testamento. Tal título no es usado en el Antiguo Testamento. (En Sal. 51:11 y en Is. 63:10-11 lo generalmente traducido como Santo Espíritu debería traducirse Espíritu de santidad). Fue en este momento, para la iniciación del evangelio de Dios, con el fin de preparar el camino para la venida del Salvador así como para prepararle un cuerpo humano, que fue usado este título divino para referirse al Espíritu de Dios. La preparación de la venida del Salvador requirió que Su precursor fuese lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre, con el fin de que pudiese separar al pueblo para Dios de todo lo que no fuese Dios mismo, haciéndolos santos para Dios con miras al propósito divino. La preparación de un cuerpo humano para el Salvador requería que el Espíritu Santo impartiera la naturaleza divina en la humanidad, haciendo que el hombre sea santo para llevar a cabo el plan redentor de Dios.

  • Esto fue el cumplimiento de Mal. 4:5 (Mt. 11:14 y la nota 1; Mr. 9:11-13).

  • Lit., en [la esfera de] la prudencia de los justos.

  • O, consejo. La sabiduría es la perspicacia interna, mientras que la prudencia es la aplicación práctica de la sabiduría. Es por esto que prudencia podría traducirse consejo.

  • Lit., avanzada en sus días.

  • Creer abre la boca que alaba y testifica (2 Co. 4:13); la incredulidad enmudece nuestra lengua.

  • Galilea era una región ignorada, y Nazaret era una ciudad menospreciada (Jn. 7:52; 1:46).

  • La virgen María vivía en una ciudad menospreciada de una región sin fama, pero era descendiente del linaje real de David (vs. 31-32; Mt. 1:16, notas 1 y 2).

  • Algunos mss. añaden: Bienaventurada entre las mujeres.

  • Véase la nota Mt. 1:211b.

  • Tit. 2:13 y la nota 4

  • Un título divino que denota el Ser Supremo (Dios, Gn. 14:18); por eso, en el griego no hay artículo. Jesús es grande porque es el Hijo del Altísimo, del Dios Supremo.

  • Jesús, concebido por el Espíritu Santo y nacido de una virgen del linaje humano es el Hijo del Dios Altísimo, y al mismo tiempo es el hijo de un hombre de alta categoría, David el rey (Mt. 1:1; 22:45). Él es tanto divino como humano.

  • Jesús tendrá a la casa de Jacob —la nación de Israel— como el centro de Su reinado (Hch. 1:6; 15:16), a través de la cual Él regirá todo el mundo como Su reino (Ap. 11:15), primeramente en el milenio (Ap. 20:4, 6) y luego en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad (Ap. 22:3, 5).

  • El versículo anterior muestra la familia de Jesús, y este versículo Su reino.

  • Véase la nota Lc. 1:152c.

  • Como la sombra de la nube en el monte de la transfiguración (Mt. 17:5) y sobre el tabernáculo (Éx. 40:34, 38). Según este versículo podría parecer que el Espíritu Santo solamente estuvo sobre María como el poder para que ella concibiera al niño santo. Sin embargo, Mt. 1:18, 20 nos dice que María “estaba encinta por obra del Espíritu Santo”, y que “lo engendrado en ella, del Espíritu Santo es”. Esto indica que la esencia divina que procedía del Espíritu Santo había sido engendrada en el vientre de María antes que ella diera a luz al niño Jesús. Tal concepción del Espíritu Santo en la virgen humana, realizada tanto con la esencia divina como con la humana, constituye una mezcla de la naturaleza divina con la naturaleza humana, lo cual produjo un Dios-hombre, uno que es el Dios completo y el hombre perfecto, y que posee la naturaleza divina y la naturaleza humana de manera distinguible, sin haberse producido una tercera naturaleza. Ésta es la persona de Jesús, la más maravillosa y más excelente, quien es Jehová el Salvador.

    La concepción de Juan el Bautista y la de Jesús el Salvador son notablemente diferentes en cuanto a su esencia. La concepción del Bautista fue un milagro que Dios realizó con la esencia humana envejecida, lo cual hizo meramente por el poder divino, sin la participación de la esencia divina. Esto dio como resultado un simple hombre que estaba lleno del Espíritu de Dios (v. 15), pero que no tenía la naturaleza de Dios. La concepción del Salvador fue la encarnación de Dios (Jn. 1:14), no solamente constituida por el poder divino, sino también de la esencia divina, agregada a la esencia humana, produciendo así al Dios-hombre de dos naturalezas: la divina y la humana. A través de esto Dios se unió con la humanidad para poder manifestarse en la carne (1 Ti. 3:16) y ser el Salvador-Hombre (Lc. 2:11).

  • Puesto que la concepción provino del Espíritu Santo, lo nacido de esta concepción era santo, intrínsecamente santo. Éste es Jesús nuestro Salvador.

  • O, impotente.

  • Lit., de parte de.

  • El precursor exultó (v. 44) al encontrarse con el Salvador, cuando ambos todavía estaban en los vientres de sus madres.

  • La bendición que pronunció Elisabet por el Espíritu Santo (v. 41), reveló la humanidad del Salvador al usar la palabra fruto, y Su deidad al llamarle “Señor” (v. 43), y además confirmó la fe de María en la palabra del Señor (v. 45). Tal bendición indica que Elisabet también era una mujer piadosa, apta para que Dios la usara a fin de llevar a cabo Su propósito.

  • Aquí y en Hch. 2:30 se usa fruto con relación a Cristo solamente en el sentido de descendencia. En Ap. 22:2 la misma palabra griega se usa refiriéndose al fruto del árbol de la vida. Cristo es el Renuevo de Jehová (Is. 4:2) y de David (Jer. 23:5), el fruto de María y el de David (Hch. 2:30), para que nosotros comamos de Él, quien es el árbol de la vida (Ap. 2:7).

  • Elisabet, llena del Espíritu Santo (v. 41), reconoció al fruto del vientre de María como su Señor, afirmando así la deidad del niño que iba a nacer de María (Sal. 110:1; Mt. 22:43-45).

  • O, bienaventurada la que creyó que tendrá cumplimiento lo que le fue dicho de parte del Señor.

  • En contraste con el incrédulo Zacarías (v. 20).

  • Ésta es una profecía dada por el Espíritu Santo (v. 41) para confirmar lo que el Señor dijo a María por medio del ángel Gabriel en los vs. 30-37.

  • La alabanza poética de María está compuesta de muchas citas del Antiguo Testamento, lo cual indica que era una mujer piadosa, apta para ser un canal para la encarnación del Salvador, y que Jesús crecería en una familia llena del conocimiento y del amor de la santa Palabra de Dios.

  • María magnificó al Señor alabándole, con base en la experiencia que tenía de Dios como su Salvador por medio de la misericordia eterna de Él (vs. 47-50) y en su observación de la experiencia que otros habían tenido de las acciones misericordiosas y fieles de Dios (vs. 51-55). Su alabanza, en contenido y nivel, es como algunos de los salmos del Antiguo Testamento. Sin embargo, ella no dijo nada con respecto a Cristo, a diferencia de la bendición de Elisabet (vs. 41-43) y de la profecía que dio Zacarías (vs. 67-71, 76-79) por el Espíritu Santo.

  • Primero el espíritu de María exultó en Dios; luego su alma magnificó al Señor. La alabanza que ofreció a Dios se inició en su espíritu y se expresó a través de su alma. Su espíritu fue lleno de gozo en Dios su Salvador, y su alma lo manifestó magnificando al Señor. Ella vivía y actuaba en su espíritu, el cual dirigía a su alma. Su espíritu exultó en Dios por haber disfrutado ella a Dios como su Salvador, y su alma magnificó al Señor por haber exaltado ella al Señor, quien es Jehová, el gran Yo Soy.

  • O, Potente.

  • Tanto María como Zacarías recalcan la misericordia de Dios (vs. 54, 58, 72, 78 véase la nota He. 4:162b y la nota Tit. 3:52d), admitiendo así su baja condición (v. 48) y reconociendo humildemente (v. 52) que no eran dignos del favor de Dios.

  • Se refiere a la fidelidad de Dios en guardar Su palabra. Tanto María como Zacarías no solamente recalcan la misericordia de Dios (véase la nota Lc. 1:501a), sino también Su fidelidad (vs. 70, 72 y la nota Lc. 1:722a). La misericordia de Dios tiene que ver con la condición de ellos, y Su fidelidad tiene que ver con Su posición para poder concederles favor con Sus hechos de gracia.

  • Véase la nota Lc. 1:201.

  • Lit., palabras.

  • La profecía de Zacarías se refiere al mover redentor de Dios por Su pueblo para la salvación de ellos, el cual se realizó cuando Cristo fue levantado en Su humanidad como cuerno de salvación en la casa de David, y en Su divinidad como el sol naciente desde lo alto, mediante la rica misericordia de Dios conforme a Su pacto santo (vs. 68-73, 76-79). Con respecto a la persona divino-humana del Salvador-Hombre y Su obra salvadora, la profecía de Zacarías arroja más luz que la bendición de Elisabet, pero todavía tiene un matiz del estilo y sabor del Antiguo Testamento, al igual que la alabanza de María y la bendición de Elisabet.

  • Jesús el Salvador, que procedió de la casa de David (Jer. 23:5-6).

  • Véase la nota Lc. 1:551.

  • O, desde la fundación del mundo.

  • Véase la nota Lc. 1:501a. Así también en el v. 78.

  • Se refiere a la fidelidad de Dios en guardar Su palabra, la cual fue hecha pacto Suyo mediante Su juramento (v. 73).

  • El pacto de Dios está establecido sobre Su promesa (He. 8:6). Una promesa es una palabra común y corriente que no ha sido confirmada con juramento. En el Antiguo Testamento, después de hacer una promesa, Dios la sellaba con juramento. Él juraba por Su Deidad para confirmar Su promesa. De este modo la promesa vino a ser Su pacto.

  • Lit., serviríamos como sacerdotes.

  • Aquí santidad conlleva más bien el sentido de piedad y devoción delante de Dios; la palabra griega es diferente de la que se traduce santas en Ro. 1:2. La santidad tiene relación principalmente con Dios, y la justicia, principalmente con los hombres. Este libro hace hincapié en la humanidad de Jesús; por eso aquí resalta la santidad y la justicia como las características principales del comportamiento humano delante de Dios, y con las cuales el hombre le sirve.

  • Jesús el Salvador (v. 17; Mal. 3:1).

  • Véase la nota Mr. 1:33.

  • Jesús el Salvador es el sol naciente para la era de tinieblas. Su venida puso fin a la noche del Antiguo Testamento y empezó el día del Nuevo Testamento. Como el fruto mencionado en la bendición de Elisabet (v. 42 y la nota 2), Él es vida para nosotros (Jn. 14:6); como el sol de la profecía de Zacarías, Él es luz para nosotros (Jn. 9:5; Mt. 4:16). Como tal, Él es el Realizador y el centro de la obra redentora de Dios para que Su pueblo obtenga salvación.

  • Tanto la madre como el padre del precursor estaban llenos del Espíritu Santo (vs. 41, 67); por lo cual le fue fácil a su hijo crecer y fortalecerse en su espíritu y vivir así en el desierto. El hecho de que él creciera y se fortaleciera en el espíritu significa que estaba con Dios y entregado a Dios, y el hecho de que viviera en el desierto significa que estaba apartado de la cultura y la religión del hombre, con el fin de que Dios tuviese una vía despejada para usarle como el precursor del Salvador.

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