Se refiere, probablemente, a los Diez Mandamientos.
Se refiere, probablemente, a los Diez Mandamientos.
Debido a su naturaleza caída, los hijos de Israel ciertamente no iban a poder cumplir con los mandamientos, estatutos y ordenanzas de su Dios; por tanto, estarían sujetos a las maldiciones enumeradas en los vs. 15-26. Sin embargo, al lado de las piedras con las inscripciones de los mandamientos de Dios estaba el altar, que representa la cruz de Cristo, donde el pueblo de Dios podía tomar a Cristo, en tipología, como holocausto ofrecido a Dios para Su satisfacción y como ofrenda de paz presentada a Dios para disfrutar de ésta juntamente con Dios en comunión divina (vs. 6-7). Por medio de Cristo el pueblo de Dios, que bajo los mandamientos, estatutos y ordenanzas de Dios se encontraba bajo maldición, ha sido redimido de la “maldición de la ley” (Gá. 3:13). Debido a que como pueblo de Dios hemos acudido a la cruz, ahora estamos bajo la cruz (que implica la gracia) y ya no estamos bajo la ley (Ro. 6:14). Al estar bajo la cruz, podemos satisfacer a Dios y hallar satisfacción por medio de Cristo, nuestro Redentor y Sustituto. Por medio de Cristo, nuestra paz, tenemos paz para con Dios (Ef. 2:14a; Ro. 5:1). La ley llegó a su fin, y la cruz permanece para siempre. Ésta es la razón por la cual el altar fue preparado antes que las maldiciones fuesen declaradas.
La escena que en los vs. 1-8 describe la entrada en la buena tierra, incluye los monumentos de piedra, el altar y las ofrendas. La ley escrita en aquellos monumentos era un retrato de Dios mismo (véase la nota Éx. 20:11); por tanto, los monumentos significan que Cristo, la corporificación de Dios, estaba ante todo el pueblo para presentarles tales requerimientos en conformidad con lo que Él es. Las ofrendas incineradas en el altar como sacrificios para satisfacer a Dios también representan a Cristo, Aquel que cumple con todos los requerimientos de Dios y los satisface. Por tanto, el propio Dios que planteaba tales requerimientos vino, mediante la encarnación, para ser nuestro Redentor y Sustituto, Aquel que cumple con tales requerimientos. Esta escena maravillosa nos muestra, pues, que mediante el Dios que plantea tales requerimientos, mediante la cruz de Cristo y mediante Cristo mismo como las ofrendas —y no mediante nuestros propios esfuerzos— podemos entrar en Cristo, nuestra buena tierra, y recibir todas las bendiciones que Dios nos da en Cristo. Estas bendiciones son el propio Dios Triuno procesado que está corporificado en Cristo (véase la nota Dt. 8:71).
Véase la nota Éx. 20:251.
Un adjetivo hebreo que significa firme, constante.