Las maldiciones presentadas en este capítulo revelan la severidad de Dios al ejecutar Sus juicios (Ro. 11:22). Todas las maldiciones que sobrevinieron a los hijos de Israel aplicaron las medidas gubernamentales de Dios con relación a ellos para que, mediante dichas medidas, Dios finalmente pudiera llevar a cabo Su economía con ellos a fin de mostrar que Él es Dios, Aquel cuya voluntad permanece inmutable eternamente. Al tomar medidas gubernamentales para con Su pueblo, Dios es sabio, amoroso, compasivo, paciente, tiene un propósito y sale victorioso. Que Dios disciplinase severamente a los hijos de Israel no significaba que Él los hubiera abandonado (Ro. 11:1-5, 11-12, 23-32). Por el contrario, Dios los disciplinó con miras a su perfeccionamiento. Este mismo principio se aplica a los creyentes neotestamentarios (He. 12:5-11).