Salomón aplicó su corazón a inquirir y a averiguar todo lo que se hace debajo del cielo y pudo percatarse que todas las obras que el hombre hace debajo del sol son realizadas en un ciclo que se repite una y otra vez, y que ellas permanecen las mismas de generación en generación, a semejanza de los fenómenos naturales (vs. 3-7). Así pues, todas las cosas son fatigosas, nada puede saciarnos y nada hay que sea nuevo ni de lo cual se tenga memoria (vs. 8-11). En la conclusión a la que Salomón llega después de todas sus experimentaciones en la vida humana, todo es vanidad y correr tras el viento (vs. 2, 14). Tal conclusión a la que, por su sabiduría, llega el rey sabio, podría ser considerada una historia de la vida vana que lleva el hombre caído. Su conclusión, expresada en este libro, es como una endecha que se canta al ser humano cuyo fin es aflicción.
Todo lo develado a raíz de las experimentaciones del escritor así como de su búsqueda y de poner a prueba todas las cosas, no debe ser considerado como la revelación divina procedente de Dios con respecto a Su propósito divino para la vida humana, aunque fue incluido en las Escrituras bajo la inspiración del Espíritu Santo. Éstas son las conclusiones de la investigación hecha por el escritor mediante sus experimentaciones en el ámbito de la vida humana que el hombre caído lleva debajo del sol. Según el propósito divino, todas las palabras de conclusión pueden considerarse como proverbios, palabras de sabiduría, que sirven para dirigir a los hombres que cayeron y erraron el blanco a fin de que éstos retornen a Dios (12:1a, 13-14) y, de acuerdo con Su economía neotestamentaria, reciban a Dios en Su Hijo, recibiéndolo como su Redentor y su vida, de modo que puedan ser regenerados para ser Dios-hombres con miras a la realización de la economía eterna de Dios. Cfr. la nota Sal. 1:11a, párr. 2 y la nota Pr. 1:11a, párr. 2.