Los días en los que una persona ha envejecido y está cerca de morir, cuando ya no halla placer en vivir.
Los días en los que una persona ha envejecido y está cerca de morir, cuando ya no halla placer en vivir.
Cuando el hombre ha envejecido, el entorno que era esplendoroso —al estar conformado por las tres luces creadas por Dios así como por las luces artificiales hechas por el hombre— se torna sombrío, y la atmósfera placentera de un cielo despejado es ahora nebulosa. Las manos (los guardas de la casa, o sea, del cuerpo del hombre, cfr. 2 Co. 5:1-8) tiemblan (v. 3a); los lomos (los hombres fuertes) se encorvan (v. 3b); los dientes (las que muelen) disminuyen (v. 3c); los ojos (las que miran por las ventanas) son oscurecidos (v. 3d); y los oídos se vuelven insensibles al sonido (v. 4a). Uno se despierta de madrugada (v. 4b); sus cuerdas vocales (las hijas del canto) son abatidas (v. 4c); tiene temor de las alturas (v. 5a); y se aterroriza al caminar (v. 5b). Entonces, la cabellera se torna blanca (el almendro florece, v. 5c), y uno es incapaz de llevar cualquier carga, incluso una carga tan pequeña como el saltamontes (v. 5d). Ninguna medicina puede evitar que muera el que es viejo, y endechadores asistirán a su funeral (v. 5e). El cadáver —conformado por la médula espinal (la cuerda de plata), la cabeza (el cuenco de oro), los pulmones (el cántaro) y el corazón (la rueda)— se descompone (v. 6). El cuerpo, hecho del polvo, vuelve a la tierra, y el aliento vuelve a Dios que lo dio (v. 7; Gn. 2:7). Esto indica que la totalidad del ser humano que lleva su vida humana aparte de Dios es sólo vanidad de vanidades (v. 8).
La conclusión a la que llega el escritor conduce a los hombres a temer a Dios de modo que Él, finalmente, pueda mostrarles Su economía neotestamentaria con respecto a producir Su iglesia, el Cuerpo de Cristo, que llega a su consumación en la Nueva Jerusalén como el agrandamiento y expresión eternos de Dios.
Dios juzgará a los hombres que vivan en la era presente con relación a sus obras, incluyendo lo hecho en secreto, en conformidad con lo bueno o lo malo y, desde Su gran trono blanco, Él juzgará a los incrédulos que hayan muerto en lo que se refiere a su destino eterno (Ap. 20:11-15).