Este caso es prueba adicional de que la religión de la ley (véase la nota Jn. 9:141a) no podía, en manera alguna, ayudar a un hombre ciego. Pero el Señor Jesús, como luz del mundo, le impartió la vista conforme a la vida (Jn. 10:10, 28).
Este caso es prueba adicional de que la religión de la ley (véase la nota Jn. 9:141a) no podía, en manera alguna, ayudar a un hombre ciego. Pero el Señor Jesús, como luz del mundo, le impartió la vista conforme a la vida (Jn. 10:10, 28).
La ceguera, igual que el pecado en el capítulo anterior, también está relacionada con la muerte. Indudablemente, una persona muerta está ciega. “El dios de este siglo cegó las mentes de los incrédulos”; así que, ellos necesitan que “la iluminación del evangelio de la gloria de Cristo” les alumbre (2 Co. 4:4), para abrir sus ojos y convertirlos “de las tinieblas a la luz, y de la autoridad de Satanás a Dios” (Hch. 26:18). Según el principio establecido en el Jn. 2, esto también es cambiar la muerte en vida.
Esta pregunta, lo mismo que las de Jn. 4:20-25 y Jn. 8:3-5, requería un sí o un no, lo cual pertenece al árbol del conocimiento, cuyo producto es la muerte (Gn. 2:17). Pero la respuesta del Señor en el v. 3 los dirige a Él mismo, quien es el árbol de la vida, cuyo fruto es vida (Gn. 2:9).
El lodo aquí, así como el barro en Ro. 9:21, representa la humanidad. La saliva, la cual sale de la boca del Señor (Mt. 4:4), representa Sus palabras, las cuales son Espíritu y son vida (Jn. 6:63). El hecho de que el Señor hiciera el lodo con Su saliva significa que mezcló la humanidad con la palabra viva del Señor, la cual es el Espíritu. La palabra ungió muestra esto, porque el Espíritu del Señor es el Espíritu que unge (Lc. 4:18; 2 Co. 1:21-22; 1 Jn. 2:27). Aquí el Señor ungió los ojos ciegos con el lodo que hizo con Su saliva, para que recibieran la vista. Esto significa que por la unción de la mezcla de la palabra del Señor (la cual es Su Espíritu), con nuestra humanidad, nuestros ojos (los cuales fueron cegados por Satanás) pueden recibir la vista.
Véase la nota Jn. 1:61.
Al ir y lavarse, él demostraba que obedecía a la palabra vivificante del Señor. De este modo él recibió la vista. Si no hubiera ido a lavarse el lodo después de ser ungido con él, el lodo le habría cegado aún más. Nuestra obediencia a la unción del Señor nos limpia y nos da la vista.
Lit., desde los siglos; es decir, desde la eternidad.
Véase la nota Jn. 1:145.
Expulsarlo era excomulgarlo o excluirlo de la sinagoga judía. Esto era sacarlo del redil, como dice el Señor en Jn. 10:3-4. Cuando la religión persiguió a quien el Señor llamó, todo lo que hizo fue llevar a cabo lo que el Señor quería que le ocurriera.
Algunos mss. antiguos dicen: Hijo del Hombre.