Quizás el nombre babilónico de Zorobabel, también mencionado en Esd. 5:14, 16.
Las vasijas de oro y plata de la casa de Dios tipifican las experiencias de los diversos aspectos de Cristo en Su redención (la plata) y en Su naturaleza divina (el oro). Estas experiencias son los medios por los cuales Cristo es servido como alimento al pueblo de Dios. Que estas vasijas retornasen de Babilonia a Jerusalén tipifica el retorno de las riquezas de Cristo al terreno único de la unidad genuina de la iglesia a fin de enriquecer el recobro de la iglesia. Véase la nota Is. 22:242.
El propósito particular de recobrar a Israel rescatándolo de su cautiverio era reedificar el templo como casa de Dios en la tierra entre Sus elegidos y reestablecer el reino de Dios sobre la tierra para la realización de la economía eterna de Dios. De manera similar, el propósito particular para el cual el Señor recobra la iglesia en esta era es que todos los santos se reúnan en sus localidades a fin de ser juntamente edificados como casa de Dios en muchas ciudades (Ef. 2:22 y las notas; Ap. 1:11 y la nota). Mediante esta casa, Dios obtendrá Su reino para llevar a cabo Su economía.
Debido a que Ciro no solamente promulgó el decreto en el que se ordenaba a los cautivos de Israel regresar a Jerusalén y reedificar la casa de Dios allí (vs. 2-4), sino que además cooperó con ello (vs. 7-11), él fue llamado pastor de Dios, aquel que cumpliría el deseo de Dios (Is. 44:28), así como ungido de Dios, aquel que estaría al servicio del propósito de Dios (Is. 45:1-4, 13).
Al finalizar los setenta años de cautiverio en Babilonia, el Dios omnipotente y soberano operó de forma escondida para despertar al rey Ciro, impulsándolo a liberar públicamente a los israelitas cautivos para que retornasen a su propia tierra a fin de edificar allí el templo de Dios (vs. 1-4). Despertar el espíritu de Ciro y los espíritus de los líderes de las tribus de Judá, Benjamín y Leví (v. 5) fue obra del Dios que se esconde (véase la nota Est. 1:11a, párr. 1) a fin de realizar Su mover para reedificar Su casa en Jerusalén.
Esdras, Nehemías y Ester, los últimos tres libros que relatan la historia del pueblo escogido de Dios en el Antiguo Testamento, guardan relación con el pueblo escogido de Dios durante su cautiverio (2 Cr. 36:17-21). Esdras concierne al retorno del pueblo de Dios de su cautiverio (cfr. Daniel, Hageo, Zacarías y Malaquías) a Jerusalén para reedificar el templo, y Nehemías concierne a la restauración, la reedificación, de la ciudad. Ester nos presenta un modelo de cómo el Dios omnipotente y omnipresente se torna en el Dios que se esconde, quien secretamente resguarda a Su pueblo escogido durante su cautiverio y cuida de él.
El libro de Esdras nos provee un relato sobre los dos retornos de los hijos de Israel de su cautiverio, con los cuales se cumplió la promesa de Dios, anunciada mediante Jeremías, de que el cautiverio sólo duraría setenta años (Jer. 25:11-12; 29:10; 2 Cr. 36:21-22; Dn. 9:2). El primer retorno se realizó bajo el liderazgo real de Zorobabel (caps. 1—6), un descendiente de la familia real de David quien fue designado por Ciro como gobernador de Judea (Esd. 5:14 cfr. la nota Esd. 1:81a). El segundo retorno se realizó bajo el liderazgo sacerdotal de Esdras (caps. 7—10).
El retorno de Israel a Jerusalén procedente de su cautiverio reviste crucial importancia con relación a cuatro puntos:
1) recobró el propósito del llamamiento hecho por Dios a Israel para hacer de ellos Su testimonio en conformidad con Su ley (véase la nota Éx. 20:11);
2) recobró la unidad de Israel sobre el terreno único de Jerusalén (Dt. 12:5, 11-14);
3) recobró el disfrute por parte de Israel de la buena tierra prometida por Dios y
4) le permitió a Dios cumplir Su intención de edificar Su casa y establecer Su reino en la tierra que Satanás había usurpado, a fin de llevar a cabo Su economía eterna mediante la participación de Israel en la buena tierra y su disfrute de la misma.
Todos estos puntos cruciales tipifican el recobro actual de la vida de iglesia, en el cual se recobra la iglesia al rescatarla de su cautiverio en la gran Babilonia (Ap. 17:1-6) para llevarla de regreso al terreno único de la elección de Dios, el terreno de la unidad.