El primer retorno de Israel de su cautiverio (véase la nota Esd. 1:11a) necesitaba el liderazgo real de Zorobabel, un descendiente real que sabía cómo gobernar y que llevó la delantera en la edificación del altar y del templo. Después la necesidad cambió, pasando de la familia real al sacerdocio, esto es, a Esdras, descendiente del sumo sacerdote Aarón (vs. 1-5). Esdras no solamente era un sacerdote sino también un escriba, versado en la ley de Dios (v. 6). Como tal, Esdras tenía la capacidad para cubrir tal necesidad.
Después de la reedificación del templo bajo el liderazgo de Zorobabel, el pueblo todavía era indómito, pues había llegado a ser babilónico en su constitución intrínseca. Por tanto, existía la necesidad de un Esdras, alguien que fuese tanto un sacerdote que servía a Dios como también un escriba, un erudito, versado en la Palabra de Dios, versado en la ley de Moisés. Esdras era portador de la totalidad de la constitución y cultura celestial y divina. Él llevó al pueblo de regreso a la Palabra de Dios para que ellos pudieran ser reeducados y reconstituidos con las verdades celestiales contenidas en la Palabra divina. Véase la nota Neh. 8:11.