Isaac no sólo heredó todo lo que su padre poseía, sino también la promesa que Dios le hizo a su padre respecto a la buena tierra y a la única descendencia, que es Cristo, en quien todas las naciones de la tierra serían bendecidas (Gá. 3:14, 16). En realidad, esta promesa tenía como meta el cumplimiento del propósito de Dios para que Él obtuviese un reino en la tierra, el cual lo expresara mediante un pueblo corporativo. Véase la nota Gn. 12:22a y la nota Gn. 15:31a.