Como aquel que representaba el aspecto reinante de una vida madura, José disfrutó de la presencia del Señor, y con ella también de la autoridad del Señor, de Su prosperidad y de Su bendición (vs. 2-5).
Gn. 39:21; Hch. 7:9; cfr. Gn. 26:24, 28; 28:15; 1 S. 16:18; 18:14, 28; Lc. 1:66
Como aquel que representaba el aspecto reinante de una vida madura, José disfrutó de la presencia del Señor, y con ella también de la autoridad del Señor, de Su prosperidad y de Su bendición (vs. 2-5).
José llevó una vida que correspondía con la visión recibida en sus dos sueños (véase la nota Gn. 37:51a; cfr. Hch. 26:19). Los hermanos de José desfogaron su ira (Gn. 37:18-31) y dieron rienda suelta a su concupiscencia (Gn. 38:15-18); pero José subyugó su ira y prevaleció sobre su concupiscencia, comportándose como una gavilla llena de vida y conduciéndose como una estrella celestial que resplandece en las tinieblas (véase la nota Gn. 37:181 y la nota Gn. 38:151). La vida que José llevó, en la que estuvo sujeto a la visión celestial, es la vida del reino de los cielos descrita en Mt. caps. 5—7. Por haber llevado tal vida, él estaba plenamente preparado para reinar como rey.
José fue rechazado por sus hermanos, vendido por ellos y echado en prisión. Asimismo, Cristo fue primero rechazado por Sus hermanos, después fue vendido por uno de los Suyos y, finalmente, fue echado en la prisión de muerte.