Noé edificó un altar y ofreció a Dios holocaustos (que tipifican a Cristo) a fin de agradarle (vs. 20-21), de modo que la tierra y sus sistemas naturales pudiesen ser conservados. La perpetua regularidad con la que se desarrollan incesantemente los diferentes ciclos de la naturaleza son la garantía provista por Dios de que el orden del universo será mantenido para la conservación de la tierra y el crecimiento de toda clase de organismo vivo, a fin de que el hombre pueda multiplicarse incesantemente y repoblar la tierra con miras al cumplimiento del propósito eterno de Dios (Gn. 1:26-28).
