Aunque Abraham, Sara e Isaac vivían en Beerseba (Gn. 21:33), Sara murió y fue sepultada en Hebrón, el lugar de comunión con Dios. Hebrón se encuentra entre Beerseba al sur y Jerusalén al norte; por tanto, Hebrón no sólo es un lugar de comunión, sino también el camino que conduce a Jerusalén. En cuanto a su significado espiritual, la cueva de Macpela en Hebrón (v. 19), donde Sara fue sepultada, es la puerta de entrada a la Nueva Jerusalén.
La cueva de Macpela estaba al extremo de un campo, donde había muchos árboles (v. 17). Un campo es un lugar donde la vida crece; por ende, implica la resurrección. Abraham no sepultó a Sara en un lugar de muerte, sino en un lugar de vida, un lugar lleno de resurrección (1 Co. 15:36 y la nota). Esto indica que Abraham creyó en el Dios de la resurrección (Ro. 4:17) y estaba lleno de la expectativa de que su esposa sería resucitada y estaría en la ciudad que tiene fundamentos, la Nueva Jerusalén. Según el entendimiento de Abraham, la muerte de Sara no era su fin, sino su ingreso por la puerta de la resurrección, la puerta de entrada a aquella ciudad esperada y aquella patria mejor (He. 11:10, 16).