Como parte de la disciplina que Dios aplicó a Su pueblo, Dios quitó de sobre ellos a todos sus gobernantes, dejándolos sin gobernantes (vs. 2-4). Aquí Isaías vincula al gobernante con el suministro alimenticio. Para ser un gobernante, uno tiene que alimentar al pueblo. Gobernar y alimentar no sólo van juntos como un par, sino que también operan conjuntamente en un ciclo y lo uno hace surgir lo otro. Por tanto, si se proveen alimentos, también habrá gobierno; y si hay gobierno, se proveerán alimentos. En la iglesia, siempre que haya la provisión alimenticia adecuada, todo estará en orden.