Dios deseaba que Johanán y el pueblo permanecieran en la Tierra Santa como el remanente del pueblo de Dios (Jer. 42:9-12); sin embargo, ellos malentendieron por completo a Dios regidos por sus propias consideraciones y opiniones. La terquedad de los hijos de Israel obstinados en pecar contra Dios se debía a que no eran uno con Dios. Si ellos hubieran sido uno con Dios, habrían recibido la palabra de Dios y habrían conocido Su corazón, Su naturaleza, Su mente y Su propósito; más aún, ellos espontáneamente habrían vivido a Dios y habrían sido constituidos con Él a fin de ser Su testimonio sobre la tierra. Los que no son uno con Dios no acatan Su voluntad y beneplácito, sino que expresan sus opiniones y van en pos de sus preferencias. Hacer esto es abandonar a Dios como el origen, la fuente, de aguas vivas y cavar cisternas rotas que no pueden retener agua (Jer. 2:13). Cfr. la nota Jer. 40:141.