Israel había sido circuncidado físicamente, en sus cuerpos (Jos. 5:2-9), pero no psicológicamente, en su ser interior, en sus corazones (v. 26; 4:4a; Hch. 7:51; cfr. Ro. 2:28-29; Fil. 3:3).

Israel había sido circuncidado físicamente, en sus cuerpos (Jos. 5:2-9), pero no psicológicamente, en su ser interior, en sus corazones (v. 26; 4:4a; Hch. 7:51; cfr. Ro. 2:28-29; Fil. 3:3).
El uso de nosotros y nuestros aquí indica que Jehová se había unido a Su pueblo que sufría y era uno con ellos en sus sufrimientos. El Dios conmiserativo que los castigaba era también Aquel que estaba en medio de Su pueblo castigado. A la postre, quienes plañían no lo hacían sólo por Israel, sino también por Jehová. Jehová mismo estaba llorando en conmiseración por Su pueblo. Cfr. la nota Jer. 9:11a.
Lit., ella.
Las palabras contenidas en los vs. 10-11, 17-19 expresan el sentir de Jehová con respecto al sufrimiento de Israel bajo la corrección de Dios. Aunque era Jehová quien castigaba a Israel, Él todavía era conmiserativo con ellos. Véase la nota Jer. 9:181.
Jehová intervino para corregir a Sus adoradores hipócritas, y Jeremías reaccionó a esta corrección de Israel por parte de Jehová (Jer. 8:18-19, 21-22; 9:1-2; 10:19-25). La reacción del profeta fue muy tierna, conmiserativa y compasiva.
Según este libro, el amor de Dios está compuesto de Su tierno cuidado, compasión y conmiseración. Incluso mientras disciplina a Su pueblo elegido Israel, Él siente compasión por ellos (Lm. 3:22-23). Al disciplinar a Israel, Dios es comparable a un padre que llora mientras corrige a su hijo debido a que le ama. En este libro, Jeremías lloró en representación de Dios; su llanto expresaba el sentir de Dios. Podríamos decir que Dios lloró en el llanto de Jeremías, pues en su llanto, Jeremías era uno con Dios. Debido a que Jeremías lloró con frecuencia (Jer. 13:17; Lm. 2:11; 3:48), incluso plañó, es llamado el profeta llorón.