Los sacerdotes eran, en realidad, jueces (véase la nota Dt. 17:91), y debían haber juzgado los casos presentados por el pueblo en conformidad con la ley de Dios. Pero ellos juzgaron, gobernaron, por su propia autoridad, esto es, conforme a sus propias opiniones. Al pueblo así le gustaba. Esto podría indicar que el pueblo solía sobornar a los sacerdotes.