Lit., me alegre.
Lit., me alegre.
Esto indica que Job no podía descubrir la razón por la manera en que Dios trató con él, pero creía que tenía que haber una razón, la cual estaba escondida en el corazón de Dios. Job estaba en lo cierto; había algo escondido en el corazón de Dios: el misterio de los siglos (Ef. 3:9). Después de crear al hombre a Su imagen y conforme a Su semejanza (Gn. 1:26), Dios mantuvo Su intención escondida por los siglos. Antes de los tiempos del Nuevo Testamento, Él no reveló Su propósito a nadie (Ef. 3:4-5).
El misterio escondido en el corazón de Dios es Su economía eterna (Ef. 1:10; 3:9; 1 Ti. 1:4), que es la intención eterna de Dios junto con el deseo de Su corazón de impartirse —en Su Trinidad Divina como el Padre en el Hijo por el Espíritu— en Su pueblo escogido a fin de ser su vida y naturaleza para que ellos sean igual a Él, Su duplicación (Ro. 8:29; 1 Jn. 3:2), y así lleguen a ser un organismo, el Cuerpo de Cristo, que es el nuevo hombre (Ef. 2:15-16), con miras a la plenitud de Dios, Su expresión (Ef. 1:22-23; 3:19), cuya consumación será la Nueva Jerusalén (Ap. 21:2-27; 22:1-5). Al desconocer el designio de Dios, Job malinterpretó a Dios y pensó que Él estaba airado contra él y que, por tanto, lo estaba juzgando y castigando. La intención de Dios no era juzgar ni castigar a Job, sino demolerlo para después reedificarlo consigo mismo, para hacer de Job un nuevo hombre en la nueva creación de Dios (2 Co. 5:17; Gá. 6:15). Ésta es la respuesta para Job, para el libro de Job y para la vindicación de sí mismo que hizo Job.