Que Jericó hubiese sido cerrada, sin tráfico alguno, de modo que nadie entraba ni salía, significa que las potestades de las tinieblas, las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes, habían sido atadas (Mt. 12:29; Ef. 6:12). Véase la nota Éx. 23:231a, párr. 1.