Cuando Israel estuvo listo para tomar posesión de Canaán, encontró que esta tierra estaba llena de endemoniados, idólatras y los nefilim (véase la nota Nm. 13:331a). El combate que Israel libró contra los pobladores de aquella tierra retrata el combate espiritual invisible que ocurre detrás de la escena visible en la tierra (Dn. 10:10-21; Ef. 6:10-20). Además de la guerra en la tierra, se libra una guerra entre Dios y Satanás en los aires. Cristo es nuestra buena tierra (véase la nota Dt. 8:71), y Dios desea que ganemos más de Cristo (Fil. 3:8), pero entre nosotros y la buena tierra se interponen las huestes aéreas de Satanás. Si hemos de tomar posesión de Cristo para disfrutarle, no basta con ser espirituales y santos. Debemos ser los Josué y Caleb de hoy, que combaten contra las huestes satánicas para derrotarlas a fin de ganar más de Cristo con miras a la edificación del Cuerpo de Cristo, con lo cual establecemos el reino de Dios y lo extendemos para que Cristo pueda regresar a heredar la tierra.