La clave que explica la derrota que Israel sufrió en Hai fue que ellos habían perdido la presencia de Dios y ya no eran uno con Él. Después de esta derrota, Josué aprendió la lección de permanecer con el Señor delante del Arca (v. 6a). A la postre, el Señor vino a hablarle a Josué e indicarle lo que debía hacer (vs. 10-15). La lección espiritual que se desprende de este relato es que nosotros, el pueblo de Dios, siempre debemos ser uno con nuestro Dios, quien no sólo está entre nosotros sino en nuestro ser, lo cual nos hace hombres que tienen a Dios: Dios-hombres. Por ser Dios-hombres, debemos poner en práctica ser uno con el Señor, andar con Él, vivir con Él y hacer que todo nuestro ser esté con Él (Ro. 8:4; 2 Co. 2:10; Gá. 5:16, 25). Ésta es la manera de andar como cristianos, combatir como hijos de Dios y edificar el Cuerpo de Cristo. Si tenemos la presencia del Señor, tendremos sabiduría, discernimiento, previsión y el conocimiento intrínseco de las cosas. La presencia del Señor lo es todo para nosotros.