Beber es una necesidad básica diaria del hombre. Dios puso a prueba a estos hombres al observar la manera en que atendían a sus necesidades. La selección de trescientos hombres recalca la necesidad de sacrificar nuestros propios intereses y disfrute personal por causa del propósito de Dios. Al igual que Gedeón, los trescientos que lamieron el agua recogida en su mano, restringiéndose a sí mismos al aplacar su sed, estaban dispuestos a sacrificarse para ser usados por Dios. Quienes se arrodillaron y bebieron sin restricciones se preocupaban mucho más por sus propias necesidades que por las de Dios, por lo cual Dios los envió a casa (cfr. 2 Ti. 2:4).