En Jer. 31:33, origen de esta cita, la palabra usada es ley (en singular), mientras que en este versículo es leyes (en plural). Esto demuestra que una sola ley se extiende hasta convertirse en varias. Esta ley es la ley de vida (véase la ley del Espíritu de vida, Ro. 8:2). Cada clase de vida tiene una ley. Cuanto más elevada es la vida, más elevada es su ley. La vida divina que recibimos de Dios es la vida más elevada; por lo tanto, tiene la ley más elevada, la ley a la que se hace referencia aquí. Dios, al impartirnos Su vida divina, pone esta elevada ley en nuestro espíritu, y desde allí se extiende hasta nuestras partes internas, tales como nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad, y se convierte en varias leyes.
La ley de vida es diferente de la ley de la letra. La ley de vida nos regula interiormente y en conformidad con su elemento vital, mientras que la ley de la letra nos regula exteriormente y en conformidad con su letra muerta. La ley de letra muerta depende de las enseñanzas externas, pero la ley de vida depende de la consciencia interna. Ya que todos nosotros, grandes o pequeños, tenemos la ley de vida, no necesitamos enseñanzas externas, las cuales concuerdan con la ley de la letra (v. 11).