Lo que Pablo hizo al predicar el evangelio y ministrar a Cristo a muchos gentiles fue un servicio sacerdotal ofrecido a Dios, y los gentiles que ganó mediante la predicación del evangelio fueron una ofrenda presentada a Dios. Por medio de este servicio sacerdotal, muchos gentiles, que eran inmundos y contaminados, fueron santificados en el Espíritu Santo y llegaron a ser tal ofrenda, una ofrenda aceptable a Dios. Fueron separados de las cosas profanas y fueron saturados con la naturaleza y el elemento de Dios, y así fueron santificados tanto en posición como en su manera de ser (véase la nota Ro. 6:193b). Tal santificación ocurre en el Espíritu Santo. Esto significa que, basado en la redención de Cristo, el Espíritu Santo renueva, transforma y aparta para santidad a los que han sido regenerados al creer en Cristo.