Después de hablar en el cap. 3 acerca de la justificación objetiva y posicional efectuada por la muerte de Cristo, en este capítulo Pablo muestra la justificación subjetiva y en cuanto a la manera de ser, que es llevada a cabo por la resurrección de Cristo. Él usa a Abraham como ejemplo para mostrar que la justificación adecuada y viva es la obra más profunda de Dios al llamar a los hombres caídos a salir de todo lo que no sea Dios y al hacerlos volver a Él mismo, de modo que pongan toda su confianza en Él y no en sí mismos. En Gn. 15 la justificación de Abraham por parte de Dios no estaba relacionada con el pecado; más bien, tenía como fin obtener una descendencia que produjera un reino que había de heredar el mundo (v. 13). De la misma manera, este capítulo indica que el objetivo de la justificación no es meramente que el hombre sea librado de la condenación de Dios, sino más bien que Dios obtenga muchos hijos (Ro. 8:29-30) a fin de que constituyan un solo Cuerpo, el Cuerpo de Cristo (Ro. 12) como el reino de Dios (Ro. 14:17) para el cumplimiento de Su propósito. La justificación objetiva y posicional de la cual se habló en el Ro. 3 está relacionada con la redención, por medio de la cual el hombre puede ser reconciliado con Dios; la justificación subjetiva y en cuanto a la manera de ser, de la cual se habla en el Ro. 4, está relacionada con la vida, por medio de la cual los hombres pueden llegar a ser herederos para el cumplimiento del propósito de Dios. Esto requiere que la carne del hombre y su capacidad natural sean cortadas, es decir, que sean circuncidadas.