Lit., alma por alma.
Lit., alma por alma.
Lit., hiera el alma de un animal.
Que el relato concerniente a blasfemar el Nombre santo venga después de la descripción de cómo debía ser dispuesto el pan de la Presencia significa que a fin de disfrutar a Cristo en Su plenitud como nuestra luz y alimento (vs. 1-9), debemos santificar el Nombre santo y no profanarlo (cfr. Mt. 6:9). Santificar el nombre del Señor es honrar y respetar el Nombre santo al separarlo como algo único y no mezclarlo con otros nombres comunes.
Este relato denota que la unión de un hombre de Dios con alguien del mundo produce algo que profana a Dios, lo cual hace que esta persona que profana sea privada (v. 16) del disfrute de Cristo en Su plenitud como luz que ilumina y alimento que nutre.
Esto significa que quienes servimos a Dios debemos disfrutar a Cristo como porción santísima del alimento ofrecido a Dios, en la iglesia como lugar santo.
La palabra Sábado comunica la idea de reposo. Esto significa que nuestro disfrute de Cristo como alimento debe ser dispuesto en su debido orden de manera fresca a fin de que continuamente podamos reposar junto con Dios.
Que el pan de la Presencia fuese alimento tanto de Dios como de los sacerdotes (v. 9) indica que los sacerdotes de Dios son uno con Él en Su servicio; lo que ellos comen es lo que Dios come, y lo que ellos disfrutan es lo que Dios disfruta.
Es con la fragancia de Su resurrección (el olíbano) como porción conmemorativa que Cristo llega a ser alimento para Dios y para nosotros.
Esto significa que el Cristo resucitado, el Cristo que produjo la iglesia (tipificado por las dos décimas de un efa de flor de harina, Lv. 23:13, 17), es el pleno elemento constitutivo (el número doce significa plenitud, Mt. 14:20 y la nota) del alimento destinado a ser disfrutado por todo el pueblo de Dios (representado por las doce tribus aludidas con las doce tortas) y por Dios mismo.
O, atenderá. Así también en el v. 4. Hacer arder las lámparas continuamente (v. 2) significa que Cristo como luz divina (Jn. 1:4; 8:12) resplandece continuamente en la casa de Dios. Que Aarón, el sumo sacerdote, atendiese continuamente a las lámparas (vs. 3-4), significa que Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, siempre cuida de Su luz divina, haciendo que ésta resplandezca para Dios continuamente.
Lit., hacer que la luz de una lámpara ascienda.
El aceite puro de olivas machacadas, por el cual resplandecía la luz, representa al Espíritu Santo puro que procede del Cristo crucificado (cfr. Jn. 19:34), tipificado por las olivas machacadas, cuyo fin es que Cristo resplandezca como candelero en la morada de Dios. Véase la nota Mt. 26:361 y la nota Éx. 25:311b, párr. 2.
Los vs. 1-9 revelan que nosotros, el pueblo santo de Dios, para llevar una vida santa, necesitamos que Cristo sea dispuesto —de manera fresca— como luz divina que nos alumbre y como alimento divino que nos nutra.