La tierra, que representa a Cristo (véase la nota Dt. 8:71), es el suministro que sustenta la existencia del pueblo de Dios y la vida que éste lleva, y es, además, el suministro disfrutado por dicho pueblo. Que la buena tierra vomitase a las personas contaminadas y que no eran santas (vs. 25, 28; 20:22) significa que el Cristo todo-inclusivo, quien es nuestra morada y todo cuanto necesitamos para nuestro disfrute, habrá de vomitarnos expeliéndonos de Su ser y no nos permitirá disfrutarle más (cfr. Ap. 3:16) si somos impropios con relación a Él.