La secuencia de las cinco ofrendas en 1:1—6:7 es conforme a nuestra experiencia práctica de las mismas (véase la nota Lv. 3:11a y la nota Lv. 3:51 y la nota Lv. 4:34c, párr. 3), mientras que la secuencia en Lv. 6:8-30; 7:1-38 es conforme al cuadro total de la economía de Dios. Según el corazón de Dios y Su deseo, Él dispuso que experimentemos a Cristo como cuatro clases de ofrendas —el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones— a fin de que disfrutemos a Cristo como nuestra paz con Dios en todo sentido. El hecho de que Cristo sea para nosotros estas cuatro ofrendas alcanza su consumación en la paz establecida entre Dios y Su pueblo, paz que es Cristo mismo (Ef. 2:14). A la postre, nuestro disfrute de Cristo como todas las ofrendas, cuyo resultado es la ofrenda de paz, alcanzará su consumación en la Nueva Jerusalén como la máxima ofrenda de paz (Jerusalén significa el fundamento de paz), en la cual disfrutaremos al Dios Triuno como paz (Fil. 4:7, 9) por la eternidad. Por tanto, las ordenanzas concernientes a las ofrendas retratan la economía de Dios en su totalidad.