En este versículo, el profeta habla primero de la tierra de Asiria y la tierra de Nimrod, y después, profetiza con respecto a Cristo declarando: “Él nos salvará de Asiria”. En Su venida Cristo asumirá plenamente la responsabilidad de tomar medidas con respecto a todo gobierno humano, el cual está representado aquí por Asiria y Nimrod. El gobierno humano formado en oposición a Dios fue iniciado por Nimrod, el primer tipo del anticristo y fundador de Nínive (la capital de Asiria) y de Babel, que produjo Babilonia (Gn. 10:8-11 y la nota Gn. 10:81). A lo largo de los siglos el gobierno humano, incluyendo a los imperios de Babilonia, Persia, Grecia y Roma, ha sido usado por Dios para llevar adelante Su obra de disciplinar a Israel. Al final, la totalidad del gobierno humano —las cuatro clases de langostas mencionadas en Jl. 1 y las cuatro secciones de la gran imagen humana descrita en Dn. 2 — será aplastada por una sola piedra, Cristo como piedra no cortada por manos que se convertirá en un gran monte y llenará toda la tierra (Dn. 2:34-35 y las notas). Es de este modo que Cristo salvará a Israel de Asiria.
En relación con la venida de Cristo y la restauración de Israel, Asiria equivale a Roma, y Nimrod equivale al anticristo. A la postre, Israel será invadido por el anticristo, el último césar del Imperio romano, y sus ejércitos. En esta coyuntura, Cristo vendrá a destruir al anticristo y sus ejércitos así como a salvar a Israel (Zac. 14:2-7; Ap. 19:19-21). En ese tiempo, la gran imagen humana será desmenuzada por la piedra no cortada por manos (Dn. 2:31-35). Asiria, Nimrod, los imperios de Babilonia, Persia, Grecia y Roma, así como el anticristo, dejarán de ser, y toda la tierra se convertirá en el reino de Dios por la eternidad (Ap. 11:15). Entonces, todos los elegidos de Jehová le disfrutarán. En esto consistirá el consuelo que Dios brindará a Israel, consuelo que atañe a la restauración (Hch. 3:20-21).