Este versículo profetiza sobre la encarnación de Cristo en Belén (Mt. 2:4-6; Lc. 2:4-7). Aunque Cristo, al salir, provino de Belén, Sus salidas son desde tiempos antiguos, desde los días de la eternidad. Esto se refiere al origen eterno de Cristo e indica que en la eternidad, antes que la tierra fuese creada, Cristo se preparaba para salir. La aparición de Cristo, Su manifestación, tuvo sus inicios en la eternidad. Desde tiempos antiguos, desde los días de la eternidad, el Dios Triuno ya se preparaba para manifestarse al venir de la eternidad al tiempo, para introducirse con Su divinidad en la humanidad al nacer como hombre en Belén. Al crear todas las cosas, Él se preparaba para venir de la eternidad al tiempo. Éste fue el propósito de la creación. Entonces, mientras las “langostas” operaban para consumir a Israel (Jl. 1:4; 2:25), Cristo vino.
La salida de Cristo, Su aparición, es algo continuo. En el tiempo de Su encarnación Cristo dio inicio a Su venida. Después de Su encarnación, Él continuó saliendo mediante Su vivir humano, Su muerte, Su resurrección, Su ascensión, Su derramamiento del Espíritu consumado (quien es la realidad de Cristo mismo) y Su propagación mediante la predicación del evangelio a toda la tierra habitada. Todos éstos son pasos grandiosos dados por Cristo en Su salida. Su salida no ha cesado, sino que continúa hoy en día. La salida de Cristo, Su manifestación, tendrá su consumación cuando Él regrese junto con los vencedores, los valientes (Jl. 3:11), para derrotar al anticristo y arrojarlo al lago de fuego (Ap. 19:19-20), cuando Satanás sea arrojado al abismo (Ap. 20:2-3) y cuando Cristo establezca Su trono para reinar como Rey (Mt. 25:31, 34, 40). En ese tiempo, Su aparición será completa.
Mientras Cristo está en el camino, Él también cuida de los judíos que están dispersos. Por un lado, Israel está bajo la disciplina de Dios; por otro, también está siendo cuidado al estar bajo el pastoreo de Dios. Este pastoreo es la manera en que Dios resguarda a Israel.