Que Dios perdone nuestra iniquidad, pase por alto nuestras transgresiones, huelle nuestras iniquidades y eche en lo profundo del mar todos nuestros pecados (vs. 18-19) revela cuán dispuesto está Dios a perdonar nuestras iniquidades (cfr. Sal. 103:12; Is. 1:18; He. 8:12; 1 Jn. 1:9). La alabanza con la que Miqueas concluye, que no se centra en las virtudes del pueblo de Dios sino en los atributos de Dios, constituye una palabra de consuelo.