Lo dispuesto de antemano con respecto a la repartición de la buena tierra, como se describe en los últimos cinco capítulos de este libro, tipifica la manera de compartir el disfrute de Cristo en toda Su riqueza. Para entonces, el pueblo escogido y redimido por Dios, después de conformar un ejército sacerdotal que combatiría por Dios y proseguiría en su jornada con Él, había sido preparado por Dios para tomar posesión de la buena tierra, la cual tipifica al Cristo todo-inclusivo como la porción asignada por Dios a los creyentes en Cristo (véase la nota Dt. 8:71).