Es decir, el mar Muerto.
Es decir, el mar Muerto.
Es decir, el mar Mediterráneo.
O, Lebo-hamat.
Es decir, el mar de Galilea.
La mejor parte de la buena tierra está rodeada por dos mares, el mar Mediterráneo y el mar Muerto, y por un río, el Jordán. Estos dos mares y el río representan, todos ellos, la muerte de Cristo. Esto indica que el disfrute que tenemos de Cristo está estrechamente relacionado con Su muerte. El disfrute de Cristo tiene que ser experimentado en la esfera, el territorio, de Su muerte (cfr. Fil. 3:7-11).
Que la buena tierra se elevase por encima de las aguas a ambos lados indica que es una tierra levantada y elevada. Esto representa al Cristo resucitado y ascendido, el Cristo celestial, quien entró en nosotros en Su resurrección (Jn. 20:22) y de cuyas riquezas disfrutamos en Su ascensión (Ef. 2:6; Col. 3:1-4).
La tierra dada a las dos tribus y media, la tierra que les correspondía por su propia elección, podía ser alcanzada sin necesidad de cruzar el Jordán (véase la nota Nm. 32:51 y la nota Nm. 32:52), por lo cual, en realidad, no formaba parte de la tierra de Canaán (cfr. Nm. 35:14). Esto indica que, en tipología, era territorio ajeno a la muerte de Cristo. Asimismo, nuestra elección personal es completamente ajena a la muerte de Cristo y, por ende, no guarda ninguna relación con el auténtico disfrute de Cristo en Su riqueza. Si no pasamos por la muerte de Cristo, no podemos entrar en la esfera de Su resurrección y ascensión a fin de disfrutarle como Aquel que es celestial y fue elevado (cfr. Gá. 2:20; Fil. 3:10-11; Col. 3:1-4).