La respuesta de Nehemías indica que en su condición de siervo de Dios él no era cobarde, sino denodado. Véase la nota Neh. 2:31.
La respuesta de Nehemías indica que en su condición de siervo de Dios él no era cobarde, sino denodado. Véase la nota Neh. 2:31.
Probablemente en referencia a un puesto oficial sujeto al rey de Persia. Así también en el v. 19.
Véase la nota Esd. 7:62b.
Es decir, el Éufrates. Así también en el resto del libro.
Por ser una persona con denuedo, Nehemías aprovechó esta oportunidad para hablarle al rey. Aunque era una persona común y corriente, un siervo del rey, Nehemías actuó con denuedo al ofrecerse de voluntario a Dios debido a la carga que tenía con respecto a la edificación de Jerusalén. Él también actuó con denuedo al dar a conocer sus pedidos al rey (vs. 4-8). Su denuedo fue muy usado por Dios. Según la tipología, el denuedo de Nehemías, manifestado como una virtud en su conducta humana, muestra que nuestra capacidad natural, nuestra destreza natural y nuestras virtudes naturales tienen que pasar por la cruz de Cristo y ser introducidas en la resurrección, es decir, en el Espíritu, el Dios Triuno consumado (Jn. 11:25; 1 Co. 15:45), a fin de que éstas puedan ser útiles a Dios para el cumplimiento de Su economía.
Nehemías era una persona que vivía no en su hombre natural, sino en resurrección. Si bien era denodado, su denuedo estaba acompañado de otras características. En cuanto a su relación con Dios, él amaba a Dios y también amaba los intereses de Dios sobre la tierra, incluyendo la Tierra Santa (que representa a Cristo), el templo santo (que representa la iglesia) y la ciudad santa (que representa el reino de Dios). Puesto que era una persona que amaba a Dios, Nehemías oraba a Dios para tener contacto con Él en comunión (Neh. 1:4; 2:4; 4:4-5, 9); más aún, Nehemías confiaba en Dios e, incluso, llegó a ser uno con Dios. Como resultado de ello, él llegó a ser un representante de Dios. En cuanto a su relación con el pueblo, Nehemías no era egoísta en absoluto; no buscaba su propio beneficio ni defendía sus propios intereses. Él siempre estuvo dispuesto a sacrificar lo que tenía en favor del pueblo y de la nación (Neh. 5:10, 14-19). Véase la nota Neh. 4:181, la nota Neh. 5:141, la nota Neh. 8:21, párr. 2 y la nota Neh. 13:301, párr. 2.