En aquel tiempo era gravoso morar en Jerusalén. Debido a la constante amenaza de ser invadidos por extranjeros, no eran muchos los que estaban dispuestos a morar en Jerusalén. Por tanto, para que hubiera una cantidad suficiente de personas que habitaran en Jerusalén, fue necesario hacer algunos arreglos echando suertes. Aquellos a quienes les tocó ir a vivir en Jerusalén, tenían que mudarse allí. Sin embargo, algunos estuvieron dispuestos a ofrecerse de voluntarios para morar en Jerusalén, y éstos fueron bendecidos por todo el pueblo.