Tocar la trompeta sobre nuestros holocaustos y sobre los sacrificios de nuestras ofrendas de paz significa proclamar lo que Cristo es para Dios y Su pueblo. El holocausto representa a Cristo como Aquel en quien somos aceptados por Dios y como Aquel que es nuestro vivir, un vivir para Dios; la ofrenda de paz representa a Cristo como la paz y el deleite que disfrutamos con Dios (véase la nota Lv. 1:31a y la nota Lv. 3:11a). De las cinco ofrendas básicas (Lv. caps. 1—7), estas dos eran un gran deleite para Dios y para Su pueblo. Siempre que hoy, en la iglesia, los hijos de Dios viven entregados absolutamente a Dios y moran con Dios en paz, éste constituye un gran día, un día digno de que se toquen las trompetas.
