Dios había traído a los hijos de Israel hasta los límites de la buena tierra, y ellos fácilmente habrían podido cruzar la frontera y entrar en dicha tierra. Pero Dios conocía el corazón de ellos y deliberadamente les dijo que enviaran doce espías para espiar la tierra (vs. 1-2) con el fin de ponerlos a prueba (Dt. 8:2). Esta prueba los puso en evidencia al máximo. Toda la historia de los hijos de Israel, incluyendo los fracasos descritos en los caps. 11—14, fue escrita para que sirviera de amonestación a los creyentes neotestamentarios (1 Co. 10:1-13).