En este capítulo, la impureza no hace referencia al pecado, sino a la muerte (vs. 11, 13-16). La muerte es producto del pecado, y el pecado es la raíz de toda muerte (Ro. 5:12). A partir del pecado de rebelión (caps. 11—14 y 16), la muerte se hizo prevaleciente entre los hijos de Israel (Nm. 16:49). Por tanto, el agua para la impureza era necesaria. Únicamente la operación de la redención de Cristo, mediante Su humanidad dignificada y humilde, con Su muerte y el Espíritu de Su resurrección (v. 17 y la nota), podría sanar y limpiar la situación causada por la inmundicia de la muerte.
