Es nuestro deber, nuestra responsabilidad, presentar ofrendas a Dios (caps. 28—29), mientras que los votos son voluntarios. Si simplemente cumplimos con lo requerido por Dios, todavía no alcanzamos la norma más elevada. Además de realizar nuestras tareas y responsabilidades para cumplir con los requerimientos de Dios, Él desea que le hagamos un voto, ofreciéndonos voluntariamente a Él de una manera definida y particular (Lv. 27; Nm. 6). Cuanto más elevado sea nuestro voto, más el Señor nos usará para cumplir Su economía.