Las cuarenta y dos estaciones mencionadas en este capítulo tipifican cuarenta y dos generaciones, de Abraham a Cristo (Mt. 1:17 y la nota 1, párr. 3). La meta final de las cuarenta y dos estaciones era la buena tierra, y la meta final de las cuarenta y dos generaciones era Cristo. Esta correspondencia indica que Dios se ha propuesto llevar a todo Su pueblo a la buena tierra, que tipifica a Cristo como la meta (véase la nota Dt. 8:71). En el Antiguo Testamento, el pueblo de Dios prosiguió en sus jornadas para llegar a la meta; pero en el Nuevo Testamento, nosotros los creyentes, habiendo sido bautizados en Cristo (Ro. 6:3; Gá. 3:27), ya llegamos a la meta (1 Co. 1:30; Col. 2:6 y las notas).