La tierra dada a las dos tribus y media, la tierra que les correspondía por su propia elección, podía ser alcanzada sin necesidad de cruzar el Jordán (véase la nota Nm. 32:51 y la nota Nm. 32:52), por lo cual, en realidad, no formaba parte de la tierra de Canaán (cfr. Nm. 35:14). Esto indica que, en tipología, era territorio ajeno a la muerte de Cristo. Asimismo, nuestra elección personal es completamente ajena a la muerte de Cristo y, por ende, no guarda ninguna relación con el auténtico disfrute de Cristo en Su riqueza. Si no pasamos por la muerte de Cristo, no podemos entrar en la esfera de Su resurrección y ascensión a fin de disfrutarle como Aquel que es celestial y fue elevado (cfr. Gá. 2:20; Fil. 3:10-11; Col. 3:1-4).
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