Aquí el sumo sacerdote representa a Cristo (He. 4:14), quien murió por nuestros pecados. En términos espirituales, los santos del Antiguo Testamento debían permanecer en la ciudad de refugio hasta que Cristo muriera; antes de la muerte de Cristo no se podía pagar el rescate por ellos para liberarlos (v. 32). Éste era un refugio anterior a la salvación directa. Ya que en tiempos del Antiguo Testamento Cristo todavía no había muerto, era necesario que quienes huyeran para refugiarse en Cristo esperasen allí hasta que Él viniera y muriera en la cruz. Por tanto, este refugio servía a los santos del Antiguo Testamento como una especie de redil, similar al descrito en Jn. 10:1 (véase la nota Jn. 10:12).
Puesto que Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, ya murió, Él es el refugio de todos Sus creyentes, ya no en el sentido antiguotestamentario, sino en el sentido neotestamentario. Este refugio guarda relación con la salvación directa. Antes que Cristo muriera, Él era el refugio para los santos del Antiguo Testamento, pero ahora, después de Su muerte, Él es nuestra salvación directa. Quienes hoy entramos en Cristo podemos hacerlo con la certeza de que Él ya murió y que nuestros pecados ya fueron perdonados (Ef. 1:7; Col. 2:13).