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Capítulos de libros «Números»
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  • Las ciudades de refugio tipifican al Cristo todo-inclusivo, la corporificación del Dios redentor, en quien los pecadores que erraron pueden entrar al huir en busca de refugio. Cristo fue entregado por Dios en manos de pecadores (Hch. 2:23; Ro. 4:25), que erróneamente le dieron muerte (Lc. 23:34; 1 Co. 2:8). A todo pecador que se arrepienta, Dios lo considerará como un pecador que erró y lo perdonará (Lc. 24:47; Hch. 2:38). Tal persona puede huir refugiándose en Cristo. Pero a todo el que rechace el evangelio y no se arrepienta, Dios lo considerará como uno que es pecador deliberadamente, el cual está destinado a perecer (v. 16; Jn. 3:16-18).

    Se establecieron seis ciudades de refugio, tres a cada lado del Jordán (v. 14). El número seis representa al hombre que comete errores, creado por Dios el sexto día (Gn. 1:26-27, 31). El número tres representa al Dios Triuno que es el refugio para el hombre que comete errores. El número dos (dos grupos de tres ciudades) representa un testimonio establecido en el universo, el cual testifica y proclama al universo entero que el Dios Triuno vive en la tierra entre los seres humanos a fin de ser su ciudad de refugio.

  • El número cuarenta y ocho se compone de seis (el hombre natural creado por Dios al sexto día) multiplicado por ocho (la resurrección). Estas cuarenta y ocho ciudades dadas a los levitas representan al hombre natural, quien, habiendo caído, fue introducido en resurrección mediante el servicio levítico. El servicio levítico estaba al servicio del sacerdocio, y la meta del sacerdocio era llevar al hombre caído de regreso a Dios en resurrección. Por tanto, el número de ciudades dadas a los levitas representa el propósito del servicio levítico.

    El número cuarenta y ocho también se compone de cuatro (que también representa al hombre como criatura de Dios, Ez. 1:5) multiplicado por doce (el número de perfección y compleción en la administración eterna de Dios). Por tanto, el número cuarenta y ocho indica que el hombre, quien fue creado por Dios, será perfeccionado y hecho completo en la administración eterna de Dios.

  • Las cuarenta y ocho ciudades dadas a los levitas debían estar dispersadas en Israel, con lo cual la maldición pronunciada por Jacob en Gn. 49:7 respecto a Leví fue transformada en bendición.

  • Que las ciudades de refugio no sólo fueran para los hijos de Israel sino también para el extranjero y el peregrino que moraba entre ellos significa que el Dios Triuno, como refugio para el hombre que comete errores, está disponible para la humanidad entera. Además, la repartición de las seis ciudades de refugio en diferentes lugares indica que Cristo, la corporificación del Dios Triuno, está cercano y disponible. El Dios Triuno se propagó entre los hombres, hasta llegar adonde nos encontramos, a fin de ser una ciudad de refugio para todo el que comete errores.

  • Los homicidas, los que mataban deliberadamente, no podían acudir a las ciudades de refugio (vs. 16-21). Adán pecó involuntariamente, y nosotros, sus descendientes, hemos pecado del mismo modo (cfr. Ro. 7:15-24). Por tanto, a los ojos de Dios somos personas que pecan involuntariamente, y Él considera que nuestros pecados son cometidos involuntariamente. Véase la nota Nm. 35:61a, párr. 1.

  • Aquí el sumo sacerdote representa a Cristo (He. 4:14), quien murió por nuestros pecados. En términos espirituales, los santos del Antiguo Testamento debían permanecer en la ciudad de refugio hasta que Cristo muriera; antes de la muerte de Cristo no se podía pagar el rescate por ellos para liberarlos (v. 32). Éste era un refugio anterior a la salvación directa. Ya que en tiempos del Antiguo Testamento Cristo todavía no había muerto, era necesario que quienes huyeran para refugiarse en Cristo esperasen allí hasta que Él viniera y muriera en la cruz. Por tanto, este refugio servía a los santos del Antiguo Testamento como una especie de redil, similar al descrito en Jn. 10:1 (véase la nota Jn. 10:12).

    Puesto que Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, ya murió, Él es el refugio de todos Sus creyentes, ya no en el sentido antiguotestamentario, sino en el sentido neotestamentario. Este refugio guarda relación con la salvación directa. Antes que Cristo muriera, Él era el refugio para los santos del Antiguo Testamento, pero ahora, después de Su muerte, Él es nuestra salvación directa. Quienes hoy entramos en Cristo podemos hacerlo con la certeza de que Él ya murió y que nuestros pecados ya fueron perdonados (Ef. 1:7; Col. 2:13).

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