La característica sobresaliente de los libros que relatan la historia de Israel es que, mediante la tipología, nos presentan un cuadro detallado de cómo experimentar a Cristo, la buena tierra que Dios nos asignó como porción (véase la nota Dt. 8:71). Primero, el libro de Josué nos muestra la manera en que podemos obtener la buena tierra, tomar posesión de ella y conservarla. Luego, los libros de Jueces, Rut y 1 y 2 Samuel nos muestran cómo ciertas personas permanecieron en la buena tierra y la disfrutaron después de haber tomado posesión de ella. Los libros de 1 y 2 Reyes son necesarios para mostrarnos de qué manera más personas permanecieron en la buena tierra y disfrutaron de ella.
Los reyes, como representantes de Israel, disfrutaron de la buena tierra al más alto nivel. Ellos tipifican a los creyentes neotestamentarios, que fueron salvos por Dios para disfrutar a Cristo como su buena tierra al nivel correspondiente al reinado (Ro. 5:17; 2 Ti. 2:12; Ap. 20:4, 6; 22:5b). El cuadro presentado en los dos libros de Reyes nos muestra en detalle el carácter, la intención, las preferencias, los hábitos, la moral y las acciones de todos los reyes que reinaron sobre Israel después del rey David. Tal cuadro indica que lo que somos, lo que deseamos, lo que pretendemos hacer y cómo nos comportamos guarda estrecha relación con el hecho de permanecer en Cristo y ser partícipes de todas Sus inescrutables riquezas para nuestro disfrute. Este cuadro concerniente a Israel termina mostrándonos la tragedia referente a todos aquellos reyes que, habiendo sido puestos en una situación bendecida para reinar, no fueron fieles a Dios ni cuidaron de su heredad, a saber: perdieron posesión de la buena tierra y fueron llevados al cautiverio al mundo idólatra. Esto debe servirnos de solemne alarma y advertencia en cuanto a nuestra relación con Cristo. Si erramos en cualquiera de estos asuntos, perderemos nuestro disfrute de Cristo. Véase la nota Lv. 18:252.
El pensamiento central de los libros de Reyes es que Dios, en Su economía, toma ciertas medidas gubernamentales en relación con la devastación y ruina causada por los reyes al reinado divino en la tierra, y que estas medidas justas tomadas por Dios acarrean un trágico resultado, esto es, la pérdida de la Tierra Santa, que era la base del reino de Dios en la tierra, y el cautiverio del pueblo santo, en quienes se mantenía la línea de la genealogía de Cristo. Esta devastación de la tierra así como el cautiverio al que fue llevado el pueblo santo casi pusieron fin a las dos líneas genealógicas necesarias para que Cristo fuese introducido en la humanidad (véase la nota Mt. 1:162a). No obstante, según la genealogía en Mt. 1:1-17, estas dos líneas fueron continuadas incluso durante el cautiverio. Dios, en ejercicio de Su soberanía, hizo posible que Su pueblo retornase del cautiverio a fin de recobrar la buena tierra y salvaguardar catorce generaciones de la genealogía de Cristo (Mt. 1:17c). Por tanto, Dios aún realizó Su propósito de introducirse, en Su Trinidad, en la humanidad y establecer Su reino espiritual.