Los vs. 31-48 mencionan siete condiciones para que Dios atienda a las oraciones de Sus elegidos. Aquí, refiriéndose a la última condición, se recalcan tres cosas (v. 48): la Tierra Santa, que tipifica a Cristo, la porción que Dios asignó a los creyentes (véase la nota Dt. 8:71); la ciudad santa, que representa el reino de Dios en Cristo (Sal. 48:1-2); y el templo santo, que representa la casa de Dios, la iglesia, en la tierra (Ef. 2:21; 1 Ti. 3:15). Éstas son las tres cosas cruciales concernientes a la economía de Dios. Durante el cautiverio babilónico, tres veces al día, Daniel oraba en dirección a la Tierra Santa, a la ciudad santa y al templo santo con sus ventanas abiertas en dirección a Jerusalén (Dn. 6:10). Esto indica que Dios escuchará nuestras oraciones cuando oremos a Dios con la mirada puesta en Cristo, el reino de Dios y la casa de Dios, todo lo cual constituye la meta de la economía eterna de Dios. Esto quiere decir que no importa por quién oremos, nuestras oraciones siempre deben tener como objetivo los intereses de Dios, esto es, Cristo y la iglesia —los intereses de Dios en la tierra—, para el cumplimiento de la economía de Dios.