Saúl se enojó con David y tuvo envidia de él, con lo cual mostró ser una persona completamente inmersa en su carne y absolutamente centrada en sí misma. A diferencia de Saúl, David se conducía y tenía todo su ser en conformidad con el corazón de Dios. David no se preocupaba por sí mismo; más bien, estaba íntegramente dedicado a laborar y conducirse en beneficio del pueblo de Dios y del reino de Dios.