Mientras Saúl procuraba matar a David, Jonatán y Mical le ayudaron a huir (1 S. 20:1-42; 1 S. 19:11-18). En todo lo relacionado con David, Dios ejerció Su soberanía. Como Aquel que es soberano, Dios está por encima de todo, detrás de todo y en todo cuanto acontece. En Su soberanía, Dios preparó a David para que fuese un hombre conforme a Su corazón en pro de Su reino. Dios también proveyó a Saúl a fin de perfeccionar a David poniéndolo a prueba y sometiéndolo a padecimientos; además, Él proveyó a Jonatán, hijo de Saúl, y a Mical, la hija de Saúl que llegó a ser esposa de David, para ayudar a David a huir de Saúl. Sin la ayuda provista por Jonatán y Mical, David no habría resistido las persecuciones y pruebas a las que Saúl lo sometió. Tanto Jonatán como Mical tipifican a Cristo como la provisión de Dios que nos capacita para soportar los padecimientos y pruebas enviados por Él.
Cuando David fue perseguido por Saúl, no reaccionó negativamente, tampoco se quejó, ni condenó o criticó a nadie, ni se levantó en contra de nadie. En términos neotestamentarios, podríamos afirmar que él siempre se mantuvo bajo la cruz. Él llevó la cruz todos los días en cualquier clase de circunstancia (Lc. 9:23). El poder que nos permite llevar la cruz es el poder de la resurrección de Cristo (Fil. 3:10), que es Cristo mismo como resurrección (Jn. 11:25). Cristo como resurrección vive en nosotros a fin de llevar la cruz dentro de nosotros (Gá. 2:20).